Mi solidaridad con las mujeres

que este día #8M2021

luchan contra la violencia

y por la igualdad de género.

Estudios científicos señalan que 2037 es el límite para hacer algo y salvar al planeta de una destrucción irreversible, principalmente en el ámbito ambiental en donde el aumento de la temperatura ha provocado un incremento en la frecuencia e intensidad de los desastres naturales.

En los últimos diez años las pérdidas económicas mundiales por el cambio climático han alcanzado 200 mil millones de dólares anuales contra solo 50 mil millones en la década de los años 80, de acuerdo con estudios del Banco Mundial (Karla Gallardo, Excélsior 2018).                                                

Además del COVID19, la pobreza, el hambre y la inseguridad pública, los espectros del medio ambiente que amenazan a la humanidad en el Siglo XXI son el calentamiento global, la destrucción de bosques tropicales, la desertificación, la excesiva pesca oceánica y la escasez de agua que ocupa el primer en la lista, especialmente en los países en desarrollo (Montaigne,2002)

Entre 1990 y 2015 la proporción de la población mundial que utiliza mejores fuentes de agua potable aumentó de 76 al 91 por ciento, pero la escasez afecta a más del 40 por ciento de la población mundial y tiende a incrementarse porque más de mil 700 millones de personas viven actualmente en cuencas donde el consumo es superior a la recarga, de acuerdo con la Organización de la Naciones Unidas (ONU).

Mientras el Producto Interno Bruto (PIB) mundial se ha incrementado un 3.4 por ciento anual en promedio durante los últimos 50 años, el costo de los desastres derivados de eventos climáticos extremos, inundaciones, huracanes, heladas, granizadas y sequías, creció en promedio un 7.4 por ciento anual.

Actualmente, 400 millones de personas viven bajo condiciones de sequía extrema y, lo que se considera tierra muy seca, pasó del 15 al 38 por ciento entre 1970 y el 2011.

Las áreas no aptas para la siembra de maíz se incrementarán sustancialmente entre 2010 y 2025, señalan estudios de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación FAO

Con tan solo un incremento de 2°c en la temperatura de la tierra, entre 1700 y 2 mil millones de personas serán expuestas a estrés, de los que, 400 millones se verán obligados a emigrar por incremento del nivel del mar derivado de deshielos y otros desastres como sequía.

México tuvo pérdidas por 338 mil millones de pesos entre 2001 y 2013, según datos de la Secretaria de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT), citados por la Senadora Silvia Garza Galván, Presidenta de la Comisión Especial contra el Cambio Climático del Senado de la República, durante la conferencia sobre cambio climático 2015 (Silvia Arellano y Angélica Mercado, Milenio.)

Y, sin embargo, aún con este panorama, la mitigación y la prevención del cambio climático siguen siendo grandes ausentes de las políticas públicas y compromisos gubernamentales en México y los diferentes países. 

En la Conferencia de las Partes (COP, por sus siglas en inglés) 21 de París, Francia 2015, ciento noventa y cinco países firmaron un acuerdo vinculante para reducir la emisión de gases de efecto invernadero para bajar a 1.5 grados el aumento de la temperatura. Después, Estados Unidos salió del acuerdo. Este acuerdo no solo no se ha implementado, sino que ha sido motivo de ataques. Las conferencias COP han sido reuniones de poco impacto, cuando “la situación es mucho peor de lo que usted cree”, como dice en su libro La tierra Inhabitable, David Wallace-Wells 2019.

Los desprendimientos de icebergs de la Antártida como aquel equivalente al doble del tamaño de la Isla de Malta, Italia y los incrementos preocupantes de incendios forestales que han afectado a grandes regiones del mundo, huracanes devastadores, sequías, inundaciones, granizadas, tornados, heladas, plagas en plantas, animales y humanos son pruebas innegables del calentamiento mundial.

Hacen falta Políticas Públicas educativas, energéticas, ambientales, productivas e hídricas para mitigar y revertir el calentamiento mundial que amenaza a la humanidad. Es tiempo de acelerar la adopción de energías limpias no contaminantes, incorporar a los contenidos educativos la problemática del cambio climático, hacer un manejo y aprovechamiento racional del agua, suelo, vegetación y fauna. Apoyar la mecanización de procesos como la cosecha de la caña de azúcar para eliminar la quema, control de la erosión del suelo, reforestación, tecnificación del riego, tratamiento y reúso de aguas residuales y recarga de acuíferos.

Pero nada de esto puede ocurrir si no se forman recursos humanos preparados para enfrentar la nueva realidad ambiental y socioeconómica y con capacidad de reacción ante los distintos fenómenos naturales. Y no pasará nada si no se reconoce el problema climático y se establecen las políticas por los gobiernos.