Siete u ocho pesos fue la aventurada aproximación del entonces candidato Peña Nieto cuando se le preguntó sobre el precio de un kilo de tortillas. Sin ser la señora de la casa dejó un aumento de casi 25% promedio en el alimento de mayor consumo en el país. De inmediato Calderón, sin declaraciones desafortunadas, terminó pactando un incremento de 40% con las cámaras de comercio para ajustar un alza a la base alimenticia de la pirámide social mexicana.

Y aunque los anteriores casos fueron resultados especulativos financieros y de materias primas, y por lo tanto dependientes del contexto en el que se dieron, es un hecho que la 4T y AMLO deberán enfrentarse a un reto similar con condiciones ásperas como la pandemia y las políticas públicas internas.

Con un promedio nacional de $16 por kilo a finales del año anterior, un promedio actual de $18 y un costo real de $20; el que la tortilla toque los $24 por kilogramo este año es una latente probabilidad. Intentemos entender los diferentes hilos del tejido alimenticio que sostiene al país.

Un kilo, por favor

La noble tortilla, en su aspecto industrial, se conforma de 5 elementos y sus costos: maíz, harina, energéticos, papel y mano de obra. Partamos.

Aunque no lo crea, la pandemia ha golpeado áreas que ni se imaginaría y una de ellas es el sector del papel. Las compañías chinas, ante la falta de materias primas globales, comenzaron a comprar productos terminados afectando los costos finales. No se sorprenda, pero en el mundo, la celulosa y el papel en general se encarecieron entre 15% y 20%, y poco podemos hacer, así que, siguiente tema.

La mano de obra ha tenido ajustes durante este sexenio con aristas, estos cambios han repercutido favorablemente a los ingresos de los trabajadores, énfasis en aquellos que ganaban los menores salarios mínimos. Sin embargo, para los empresarios este cambio, que debiera impactar parejo, se ensaña con la formalidad donde las cargas tributarias y las obligaciones laborales son ley. La ilegalidad impera en las tortillerías y molinos del país. La Cámara Nacional de la Industria de la Masa y la Tortilla estima que 60% de la competencia es desleal. Todo por hacer.

Los energéticos han sido uno de los temas más candentes de este sexenio por los constantes debates sobre CFE, los hidrocarburos y generación de energía. Y es que la energía eléctrica y el gas natural, al ser de los commodities más importantes del mundo, se rigen por los mercados globales. No hay subsidio en el mundo que pueda controlar esos incrementos, pero sí es obligación del gobierno diversificar las matrices energéticas, así como los proveedores, para resistir de mejor manera estos embates que al día han puesto al gas natural 40% más caro.

Y sin duda la cereza del pastel son los incrementos en el maíz (40%) y su harina (20%), productos de la canasta básica donde aparentemente la Secretaría de Agricultura y sus paraestatales tenían un plan.

AMLO y su primer jefe Ignacio Ovalle fusionaron en SEGALMEX a LICONSA y DICONSA, la exConasupo, una paraestatal que buscara pagar precios justos a pequeños productores y ayudara a contribuir a la seguridad alimentaria. Por ejemplo, el pago de precios justos evitaría las especulaciones como le pasó a Peña, o se continuarían políticas de subsidios vía DICONSA a las comunidades de mayor marginación como con Calderón.

Sin embargo, SEGALMEX a inicios de año tenía más de 450 mil toneladas de maíz en sus bodegas, cosa que presumió su titular ante Desarrollo Rural para desdecirse unas semanas después y no vender debajo del precio especulado. La Secretaría de Desarrollo Rural ha sido desmantelada y sus programas poca influencia positiva tienen en el mercado de granos nacional y sugieren que esos temas macroeconómicos no le tocan. La Secretaría de Economía se niega a abrir cupos de importación de maíz al reflejar los números de SEGALMEX y le avienta la bolita a Profeco para la regulación de precios. Y con ellos mejor ya ni comentamos, si no pregúntele al gobernador Barbosa su opinión.

Sugeriría un bolillo para el susto venidero, pero para cómo vamos ya un taquito de sal sería un lujo. Falta de pan y de tortillas.