Aleluya, por fin. Morante de la Puebla, el torero de la imagen bohemia, que viste camisas de estampados estrafalarios, se toca con sombreros canotier y calza zapatos bicolores, el mismo que en el ruedo, a veces, torea inspirado por los duendes andaluces y otras, por las arpías del me carga el carajo, acaba de ver la luz. Ya era hora. El artista hace del conocimiento de la afición que quiere matar seis toros de Prieto de la Cal. Abreviando, el rayo del acierto le ha caído en el tentadero de esa ganadería, toreando a las vaquillas jaboneras de la mítica casta vazqueña.
Inspiración divina la que ha alumbrado el pensamiento de Morante y que servirá para rescatar el toreo, que sin exagerar, está a punto de verle las patas a las mulitas. Resuelto a dar un giro a su preferencia por el toro insulso y bobalicón, quiere ponerle salsa a su carrera que le de sabor con los toros de don Tomás Prieto de la Cal y Picón, marqués de Seoane. Decidido a embarcarse en esta aventura, el de la Puebla del Río se decanta por el gesto.
El diestro declara −lo leí en la sección de toros del diario El mundo, versión electrónica− palabras textuales: “Estoy aburrido de juanpedros y garcigrandes. Me cansa el toro bueno, te lo juro”. La declaración tiene muchas aristas. Pero, ¿es que se ha dado cuenta de lo aburrido del monoencaste Domecq? O, tal vez, le pudo una declaración que alguna vez hizo la marquesa doña Mercedes Picón Agero, madre del actual titular de la casa ganadera: “Los toreros de hoy son figuras, pero de mazapán, capullitos de alhelí y rosas de pitiminí”, comentario filoso, pero rebosante de razón. Además, lo de “…me cansa el toro bueno”, tiene sus bemoles, el que firma este artículo diría, toro bueno por propicio para las faenas facilotas, con mucha carga preciosista y muy poca trascendencia.
La vacada de Prieto de la Cal pasta en La Ruiza, una finca cerca de Huelva y son el último resguardo de la sangre de Veragua que queda en el mundo. Los propietarios son unos románticos, de los que tanto necesita el toreo, de los pocos que no se dejaron seducir por la moda impuesta por las figuras, la del bobino −así, las dos con “b” labial, otra cosa son los bovinos− tan noblote, que parece amaestrado. Los Veragua son toros que saltan al ruedo y siempre van a más, desde el capote, luego, en el caballo y después, en la muleta. Es decir, que hay que poderles antes de torearlos bonito.
Maestro es una persona que conoce a fondo su oficio, resuelve los problemas que se le presentan y sabe actuar en todas las variantes. Entonces, ¿por qué llamamos maestros a toreros que no se anuncian con victorinos, miuras o atanasios? No se crean ustedes que la declaración es camelo ni farolazo, José Antonio Morante Camacho tiene firmados dos compromisos de este talante, uno con toros de La Quinta, en Arles y la de Miura en la Maestranza de Sevilla.
Parece que quiere ir a lo profundo y que cayó en la cuenta de que las corridas sólo se salvarán si se cuida al toro. Resta que la lucecita de esperanza se convierta en el final del túnel, enfrentando los toros con edad y en puntas. Este gesto marchoso pone tiro en el ámbito de las figuras.
Cuando los que van a la plaza por primera vez, lo que ven es un torito noblote, afeitado y que, muy en el tipo de Ferdinando, arrima el morro oliendo la taleguilla de un matador que lo acosa sobrado, porque sabe que el animal nunca tirará un tornillazo con toda fiereza, esos primerizos se dan cuenta que los antitaurinos y los animalistas tienen razón. Y perdónenme, pero sí no es con un toro encastado, con edad e íntegro, la tienen, por mis huevos, que la tienen.