Nuestro sistema electoral tiene una historia de altibajos en que mujeres y hombres, desde la sociedad civil, la academia, el sector privado y los partidos políticos, generamos escenarios de negociación e incidimos en las decisiones políticas del Estado para transitar, de un régimen unipartidista en donde la autoridad electoral la representaba el gobierno, a uno democrático e incluyente en donde los ciudadanos sin partido organizan las elecciones y dan confianza al resto de los mexicanos.

El México de los 80’s era un México de grandes polarizaciones que no tenía una institución que garantizara que el voto que se depositaba en las urnas, era el voto que iba a gobernar.

Un México de grandes controles sobre los medios de comunicación y un México de un partido hegemónico que había gobernado las últimas décadas.

Un México con controles y mayorías prefiguradas en las cámaras, que exigía un nuevo modelo de organización electoral para la generación de la confianza ciudadana y su participación en la toma de decisiones por excelencia: El Voto.

No importa si su presidente se apellida Woldenberg, Ugalde, Valdez Zurita o Córdova Vianello, lo importante es la institución democrática que diseñamos para organizar las elecciones.

Siempre y por mucho, mejores que el control del gobierno con personajes de infausta memoria que nunca más deberían participar en la vida pública como Manuel Bartlett.

Es cierto que a lo largo de su historia, ha pasado por distintos momentos de crisis, sin embargo, en todos ellos, se ha fortalecido y alcanzado el apoyo decidido del pueblo de México que siente que su INE, es una organización efectiva, honesta y útil para la democracia mexicana.

Incluso en medio de las crisis más profundas, se ha fortalecido gracias a la oportuna intervención del Poder Legislativo, que fue capaz de identificar los motivos de dichas crisis y, mediante la construcción de grandes acuerdos, propuso las modificaciones institucionales para poner al INE en condición de evolucionar, superando las carencias normativas que generaron conflictos y fortaleciendo su legitimidad.

Así se construyó el órgano electoral que hoy tenemos y que es ejemplo a nivel mundial de profesionalismo y eficacia.

Es perfectible, como todas las organizaciones humanas, pero ha dado resultados verificables y medibles.

En el PAN, a fin de detener los retrocesos que pretenden cancelar los avances democráticos y dinamitar las vías legales e institucionales de convivencia para privilegiar delirios autoritarios, decimos presente en la defensa de las instituciones del Estado mexicano.

En Acción Nacional estamos convencidos de que la viabilidad de nuestra democracia pasa por la capacidad del Congreso para fortalecer al INE y para dotarlo de las herramientas -presupuestales, normativas y jurídicas- que sean necesarias para que pueda cumplir sus responsabilidades.

Esperemos que la mayoría de Morena no escatime el apoyo presupuestal que se necesita para su operación y organización, por ejemplo, de la revocación de mandato.