Quienes vivimos en Guadalajara esperamos con emoción la FIL (Feria Internacional del Libro). Es el gran evento cultural donde se dan cita autores de distintas partes del mundo y los lectores podemos escucharlos, así como descubrir maravillas editoriales y conocer nuevos mundos.

Este año ha sido especial, no sólo porque la FIL cumplía 35 años o porque la pandemia había impedido que se realizara en forma presencial el año pasado, sino porque estaba enmarcada en un ambiente político que amenazaba algunas libertades.

El discurso inaugural a cargo de Raúl Padilla López, presidente de la FIL, fue brillante. Defendió la libertad, el arte, la literatura y la cultura.

Explicó que la FIL es "producto de la autonomía universitaria y que esa autonomía es sinónimo de independencia ante el poder público y de libertad de pensamiento. Quienes pretenden socavarla se alían con el oscurantismo y el despotismo. Van en contra de la ley y de la sociedad misma".

Padilla recordó a Ray Bradbury, autor de "Fahrenheit 451", aquella distopía en la que el gobierno quema libros para evitar que los ciudadanos piensen, reflexionen sobre su vida y cuestionen la sociedad y lo que los rodea.

El presidente de la FIL dijo que los libros pueden ser incómodos y que los censuradores podrán "tachar párrafos, arrancar páginas, acallar escritores o despedir de su cargo a quien defienda la lectura por mero placer, pero lo que no conseguirá es controlar lo que leemos, impedir que las letras despierten el pensamiento, estimulen la inteligencia y enciendan la crítica".

Con elocuencia, Raúl Padilla explicó que las ideas y las palabras nos permiten resolver nuestras diferencias y cultivar lo mejor de nuestro espíritu.

Afirmó que es momento de defender a los libros y a los autores: "Aquí somos escritores y lectores, voces no hocicones. Y voces que repudiamos el pensamiento único venga de donde venga".

El discurso de Raúl Padilla es una síntesis de trabajo que la Universidad de Guadalajara ha realizado en apoyo a la cultura. La UdeG es un ejemplo no sólo de defensa de la libertad, sino de promoción de las artes.

Quienes vivimos en Guadalajara podemos disfrutar de cine, música, teatro, literatura y muchas otras expresiones artísticas diversas y plurales gracias a la infraestructura y a la constante difusión que realiza la Universidad.

Contrasta esta auténtica defensa por la libertad, con el intento de censura a la fiesta brava que hace algunas semanas protagonizó Tonatiuh Bravo Padilla, regidor por el partido Hagamos en el ayuntamiento de Guadalajara. 

Tonatiuh olvidó que fue universitario y que ocupó el cargo de rector de la Universidad de Guadalajara del primero de abril del 2013 hasta el 16 de marzo del 2018.

El regidor propone generar "un mayor cuidado y protección de los animales" y revisar leyes y regulaciones de las corridas de toros ante "los cambios culturales y a la promoción del trato digno a los animales".

Que triste que el oportunismo político haga que Tonatiuh Bravo se alíe con el oscurantismo y el despotismo que la universidad de la que fue rector condena.

El discurso de Raúl Padilla me recordó a Amos Oz, escritor israelí que sufrió los radicalismos del medio oriente, que escribió una serie de ensayos que recoge el libro Queridos fanáticos (Siruela, 2018). Amos Oz –al igual que el presidente de la FIL– invita a abrirnos. A escuchar.

A ponernos en los zapatos de los demás. Sólo así construiremos una sociedad en donde no haya una creencia, sino creencias.