Después de tres años de oídos sordos y ausencia de diálogo, el presidente le encomienda a su secretario de Gobernación que se instrumente un mecanismo de interlocución con el PAN.
Por eso llama la atención la instalación de las mesas de diálogo entre el Gobierno Federal y el Partido Acción Nacional, pero más llama la atención que públicamente se sostenga que la intención del mecanismo de diálogo es encontrar soluciones a los más graves desafíos nacionales (seguridad, salud, economía) con la concurrencia de las visiones de Acción Nacional y del Gobierno.
Soy de los convencidos de que, si existe seriedad en la decisión del Gobierno de dialogar con los partidos políticos de oposición, México puede encontrar un cauce que, de verdad, aporte soluciones para los enormes retos que se tienen y los que se avecinan.
Si el Gobierno respeta su palabra alcanzará el reconocimiento unánime de todos los actores políticos y romperá la dinámica de cerrazón y tensión que no ha dado frutos y que, al contrario, está provocando deterioro en todos los indicadores de bienestar.
Los próximos meses serán determinantes para valorar la seriedad del Gobierno Federal en torno a su intención de diálogo y construcción de acuerdos.
Desafortunadamente las señales que se envían en diferentes escenarios políticos, no nos hacen ver con optimismo los resultados positivos de esos encuentros.
La respuesta del gobierno sobre la petición del INE para completar los recursos necesarios para la ejecución del proceso de Revocación de Mandato, tal como lo ordenó la Sala Superior del Tribunal Electoral, no es congruente con la posibilidad de acercamiento entre las partes y deja claro que los radicales, al interior del gobierno, se opusieron a otorgarle los recursos necesarios al INE.
Por otra parte, algunos radicales han manifestado que el ejercicio de parlamento abierto para escuchar las posiciones de los interesados en la reforma constitucional en materia eléctrica, no será vinculante para la discusión de la reforma, haciendo notar lo poco carente de valor de este ejercicio.
Así las cosas, México se sigue moviendo entre los radicalismos que surgen desde el propio peldaño presidencial y la exigencia de un diálogo constructivo entre las diferentes partes.