Con una sociedad notablemente dividida, confrontada y empobrecida, es falso que México necesite de las reformas eléctrica, electoral, educativa, laboral y tantas más que, en esta época de “reformitis” aguda, se han esbozado. Son tantas que solo ha faltado que se proponga reformar la ley de la gravedad o la ley del hielo.

Lo que nuestro país necesita con urgencia es una Reforma total al modelo de hacer política para dignificarla, promover la conciliación, la civilidad y la unidad entre los mexicanos, que recupere la gobernabilidad, resuelva los problemas existentes e impulse el desarrollo social poniendo al centro la planeación y el diseño de políticas públicas.

Desde hace mucho tiempo, México se inventa cada seis años porque son los periodos constitucionales que nos hemos dado para renovar el gobierno y poder encontrar al gran líder, al mejor individuo que nos pueda guiar al paraíso y convencernos de que los elegidos anteriormente, sin importar el partido, han sido los más tontos entre nuestros conciudadanos. Siempre elegimos al equivocado.

Inventar la realidad en forma sexenal no es privativo del nivel federal, también ocurre en las entidades federativas, en los municipios y en las juntas auxiliares, cada tres o seis años, según corresponda. Y ocurre también en organizaciones sociales, empresariales, universidades, partidos políticos, sindicatos, ejidos y muchas organizaciones gremiales.

Los problemas nacionales, heredados o creados por la actual administración, siguen siendo: la pobreza que en los pasados 24 años no se ha resuelto y, después del COVID19 ha mostrado un crecimiento en el número de pobres cercano a los 4 millones de personas, sin olvidar que 21 millones no cuentan con los recursos para acceder a la canasta básica alimentaria.

La sequía de los últimos tres años que ha reducido la recarga de los acuíferos para abastecer a los centros urbanos, los pozos y las presas para riego agrícola, es un problema que no tiene, al día de hoy, la más mínima atención en la agenda del gobierno ni de los partidos políticos.

El deterioro de los recursos naturales, el tratamiento de las aguas residuales que contaminan las principales cuencas y ríos, el manejo de los residuos sólidos con rellenos sanitarios saturados, la reforestación o los incendios forestales; la erosión y pérdida de fertilidad de los suelos mexicanos, ahora que se requiere de elevar la productividad para atender la demanda creciente de alimentos por un incremento natural de la población, no están recibiendo la atención debida.

La inflación creciente, el encarecimiento de los alimentos, los combustibles, la energía, el incremento desmedido del precio de los fertilizantes, los insumos para la agricultura, los precios del acero, la falta de medicinas en los hospitales y centros de salud, el consumo de drogas y la inseguridad visiblemente creciente, la migración nacional y la proveniente de Centroamérica, son problemas cotidianos reales, muchos de los cuales se prometieron atender y resolver por esta administración.

Asimismo, la reducción presupuestal para la operación de las oficinas gubernamentales ha sido notable. La falta de personal para atender a la gente, la obtención de citas para hacer trámites y atención al público, es una queja recurrente de los usuarios en varias dependencias donde la respuesta ha sido falta de recursos por la austeridad impuesta. Los mal pensados ya aseguran que la austeridad actual está saliendo más cara que la supuesta corrupción del pasado.

Sin embargo, las prioridades que todos los días se atienden desde las oficinas más importantes del país son el promover campañas contra los traidores a patria, enfrentar a mexicanos contra mexicanos, debilitar al Instituto Nacional Electoral (INE) y otros organismos autónomos o investigar los salarios de periodistas.

El nivel y las formas de la discusión en entidades como la Cámara de Diputados han subido de intensidad a tal grado que, muy poco ha faltado para pasar a la agresión física. La votación de la reforma eléctrica dejó niveles de enojo nunca antes vistos y eliminó al menos, por el momento, la posibilidad de transitar iniciativas que provengan de los partidos “traidores a México”.

Al margen de ideologías y partidos políticos, necesitamos con urgencia serenar los ánimos del país y retomar el camino de la conciliación y negociación para recuperar el entendimiento que garantice soluciones a los principales problemas de la población.

Sin despojarse de las ideologías, sin la aceptación de los que piensan diferente a uno, sin una planeación real, sin la participación de los ciudadanos afectados por los problemas, sin escuchar a los que saben de los diferentes temas que hoy nos aquejan, sin voluntad y disposición y, sin la participación de los conciliadores, estamos condenados a llegar nuevamente a era del México bronco.

Se requiere con urgencia del trabajo y buenos oficios de los conciliadores, de negociadores políticos experimentados y con alto nacionalismo, se requiere de proponer más y criticar menos, se requiere de responsabilizarse más y culpar menos a los otros, de hacer más y decir menos y de poner los intereses nacionales por encima de los intereses y ambiciones personales.

En todos los países, gobiernos, organizaciones, familias, partidos políticos, religiones, medios de comunicación y grupos de personas, hay muy buenos individuos, buenos, regulares, malos y muy malos. No se puede generalizar ni etiquetar a nadie en razón de origen o creencia.

De lo pasado tomemos lo bueno, lo que ha funcionado, no importa quién lo haya hecho. En el presente propongamos lo mejor, escuchando realmente a la gente y conciliando sus intereses y necesidades, buscando la unidad de los mexicanos.

Y, nunca debemos olvidar que, “con la vara que mides, serás medido”.