El terrible asesinato de dos sacerdotes jesuitas y un guía de turistas en un municipio del estado de Chihuahua, hizo que se alzaran las voces contra el terrible acto perpetrado en una iglesia católica, así como para cuestionar la estrategia seguida por el actual gobierno para combatir la inseguridad en el país y su trato con las bandas criminales.

Tal es la exigencia que el P. Javier Ávila SJ, en su homilía, le pide al presidente López Obrador que revise su proyecto de seguridad pública porque no vamos bien y que esto es un clamor popular. Al final, el sacerdote terminó con una frase contundente al afirmar que “los abrazos, ya no nos alcanzan para cubrir los balazos”.

Desafortunadamente, ante este reclamo que hacen los sacerdotes de la compañía de Jesús, López Obrador respondió, a manera de enfrentamiento con un: “Incluso hasta los religiosos, no siguen el ejemplo del papa Francisco, porque están muy apergollados por la oligarquía mexicana”.

Tal vez sus asesores no le tradujeron bien lo que expresó el papa Francisco, por cierto, también miembro de la orden religiosa, porque claramente expresó su condena a los asesinatos, afirmando que la violencia no resuelve los problemas, sino que aumenta el sufrimiento al preguntarse ¿cuántos asesinatos en México?

Qué pena, porque este reclamo se suma a muchas voces que han sostenido que la estrategia del gobierno debe cambiar y el presidente solo atina a responder en su mañanera que: “Los muy cretinos ahora, los desinformados, nos dicen ¿y que están haciendo, porqué no se resuelve el problema? Esta doble moral, esa hipocresía, es lo que más molesta, nosotros estamos enfrentando el problema atendiendo las causas”.

El presidente está irascible y poco tolerante a la critica a las acciones de gobierno.

No hace mucho aceptó el desafío de garantizar la paz y la seguridad en el país, reconociendo, que, si no se resuelve el problema de la inseguridad, no será ni reconocido ni recordado como un buen gobernante.

Tiene razón el presidente en eso, pero estoy seguro de que será recordado como el presidente que no pudo controlar a la delincuencia organizada, porque se equivocó en su estrategia inicial de “abrazos y no balazos”, que, por cierto, ya afirmó que no va a cambiar.

No se ve, no se percibe, cómo se están atacando las causas de la inseguridad.

Esperemos que al final no sea él, la causa de lo causado, porque está claro que los balazos superaron a los abrazos.