Desde el sábado pasado se celebraba por parte de los morenistas y lopezobradoristas, el triunfo de López Obrador de hace 4 años, pero su celebración se le amargó al presidente y a sus seguidores cuando se dieron cuenta que, en las redes sociales, también se recordaba el nacimiento de Vicente Fox Quesada un 2 de julio de 1942 y se recordaba, con nostalgia, el triunfo de la “alianza por el cambio” encabezada por el mismo Vicente Fox, un 2 de julio del año dos mil y que dio paso a la alternancia.
Seguramente esto irritó al presidente, porque ya sabemos que, en sus fiestas, el único que puede brillar es él y lo ha demostrado todos los días en sus fiestas mañaneras desde que inició su gobierno.
Pero si a esto le sumamos que la semana pasada terminó con sendos reclamos para que cambie su estrategia en materia de seguridad por parte de la comunidad jesuita, como consecuencia del terrible asesinato de dos de ellos y la descalificación que hace de un distinguido integrante de la comunidad judía al calificarlo como “hitleriano”, lo que ha provocado profunda indignación por parte de esa comunidad radicada en nuestro país, da cuenta de que algo anda mal en el ánimo del presidente o de que, en su estrategia, requiere de nuevos distractores para que se deje de lado lo importante y la discusión pública se centre en sus ocurrencias.
Quizá por eso, a propósito de la defensa que hace del activista fundador de wikileaks para que no sea condenado en los Estados Unidos, el lunes propuso una campaña para desmontar la estatua de la libertad en Nueva York. Parece una locura, pero no lo es.
Este nuevo distractor hay que sumarlo a otros tantos que durante casi cuatro años ha lanzado desde su acostumbrada mañanera, como la exigencia de una disculpa al gobierno de España y a la iglesia católica por los abusos que él sostiene que se cometieron con los pueblos originarios o aquella sugerencia de que se usara un detente para evitar ser susceptible de contagio por el COVID.
Sí, en ese extremo estamos cuando empieza el declive de poder del presidente. Así ha sido en el pasado y me parece que seguirá en el mismo camino de sus antecesores, aunque afirme que ya tiene sus “corcholatas”, es decir, sus precandidatos a la presidencia de la República para destaparlas cuando se le ocurra o se siga confiando en la aprobación que se refleja en las encuestas, pero que no se reflejó en el resultado de las últimas elecciones locales o en el proceso de revocación de mandato.
Ojalá que en esta semana no se conozcan nuevos asesinatos; no se den a conocer nuevos actos de corrupción; o no se incremente la ola de contagios del COVID, porque el jueves 14 de julio, día que se conmemora la toma de la bastilla en Francia, López Obrador puede salir con la ocurrencia de que se desmonte la Torre Eiffel, como un nuevo distractor para que en nuestro país no se hable de inseguridad, de salud, de crecimiento económico o de que, antes de destapar a sus “corcholatas”, es claro que ya perdieron el gas necesario para sobrevivir como precandidatos.