Hace unos meses, a propósito de que se conocieron la casa gris donde vivió el hijo mayor del presidente; los contratos asignados a la empresa propietaria de la misma; las propiedades de Manuel Bartlett; los videos de los hermanos de López Obrador, así como los escándalos de corrupción de SEGALMEX y de la señora Delfina, afirmé que los de Morena y los que se dicen de la 4T, “no son iguales, son peores”.
Al final sostuve que, en este gobierno, ni austeridad, ni transparencia, ni honestidad y sí, mucha corrupción.
Ahora, meses después, los mismos militantes, funcionarios y legisladores de Morena, nos han dado una cátedra de lo que no es democrático en un proceso interno para elegir a sus consejeros estatales en diferentes partes del país.
Antiguas prácticas que muchos creíamos desterradas, volvieron a aparecer en el proceso electoral interno del partido guinda.
Operación tamal y operación carrusel de votantes (acarreados pues); compra de votos y condicionamiento de entrega de los programas sociales; quema de paquetes electorales y robo de estos; intimidación y violencia durante la jornada; prepotencia acompañada de oportunismo, así como el desconocimiento de los resultados, en muchos de los casos, se evidenciaron en las redes sociales, prácticamente en tiempo real.
Esto es lo que vimos que hicieron las y los de Morena.
Esta es la realidad que se vivió el fin de semana pasado en su proceso interno, en donde afortunadamente, el INE no participó y solo les prestó en comodato algunas urnas y mamparas.
Los grupos de poder al interior de ese partido hicieron de las suyas y soltaron a los mapaches electorales que ahora, se presentan como mapaches guindas recargados, dispuestos a todo con tal de seguir controlando los programas sociales, las candidaturas y los puestos públicos.
Pocos militantes de Morena se han manifestado diciendo que fue un ejercicio democrático, porque las evidencias demuestran el cochinero que llevaron a cabo con esas prácticas aprendidas del pasado.
Se comportaron como ídolos de su propia afición al demostrar que no son capaces de organizar ni su propia elección, ni responder a las más sencillas preguntas que un ciudadano cualquiera se puede plantear.
¿De dónde salió el dinero para acarrear votantes? Hay pruebas. Hay video.
¿De dónde salió el dinero para comprar votos? Hay pruebas. Hay video.
¿De dónde salió el dinero para contratar reventadores? Hay pruebas. Hay video.
Acarrear votantes es tan despreciable como obligar a votar por cualquier persona.
Comprar voluntades es tan despreciable como condicionar apoyos sociales a cambio del voto o llevar engañados a los votantes ingenuos.
Con la demostración de lo que son capaces de hacer en Morena, puedo reafirmar lo dicho hace algunos meses: no son iguales, son peores.