Es interesante hablar de lo que debería ser la ética de un empresario taurino en estos días en los que se han observado excelentes entradas en algunas plazas de toros en México.

La llegada de figuras extranjeras como Pablo Hermoso de Mendoza, Diego Ventura y Andrés Roca Rey, así como el interés que despiertan jóvenes promesas mexicanas como Isaac Fonseca, han provocado entradones en casi todos los lugares donde se han presentado.

Es un buen momento para recordarle a los organizadores de festejos taurinos el refrán español: "Pan para hoy, hambre para mañana".

El filósofo mexicano Carlos Llano Cifuentes, fundador del IPADE, explicaba que para que una organización pueda ser calificada como "empresa" debe cumplir con cuatro objetivos esenciales para preservar su influyente papel en la sociedad.

Además de las metas específicas que cada organización persigue, todas, por el hecho de ser empresa, deben cumplir lo siguiente: 1) Proporcionar un servicio a la comunidad, es decir, satisfacer una necesidad de la sociedad; 2) generar valor económico agregado; 3) crear valor humano agregado; 4) lograr una capacidad de auto continuidad.

Para Llano estas finalidades no son opcionales, sino que se presentan como un imperativo moral para cualquier empresa que se precie de serlo. Por lo tanto, son una buena guía para revisar las exigencias éticas que deben de cumplir los empresarios taurinos.

Por cierto, al hablar de empresarios el doctor Llano se refería no sólo a los propietarios, sino a todo directivo dentro de una organización. Así que los requerimientos morales deben aplicar también a los gerentes de las empresas taurinas.

La primera responsabilidad es prestar un servicio necesario para la sociedad, lo que se traduciría en ofrecer un espectáculo taurino digno para la categoría de la plaza que representan.

Las empresas más exitosas son aquellas que ponen al cliente en el centro y que sus acciones se orientan en satisfacer sus necesidades. De esta misma forma, un empresario taurino debería cuidar, antes que otra cosa, los intereses del público que asiste a una plaza.

Félix Sánchez del Río y John Gordon transmiten "TOROmaquia", el podcast sobre toros en inglés, en donde elaboraron lo que ellos denominaron "The 10 Commandments of a Good Empresario" (el decálogo de un buen empresario) (2). En el primer mandamiento establecen: "El buen empresario necesita ser el apoderado del público y no apoderar a ningún torero". Lo que Sánchez del Río y Gordon proponen es evitar conflictos de intereses que puedan dañar al público o al propio espectáculo.

El segundo mandamiento que "TOROmaquia" le propone a los empresarios está relacionado con esta obligación: "Proteger la integridad de su espectáculo".

Y es que, si un empresario quiere servir a la comunidad, debe cuidar que se ofrezca un espectáculo de gran calidad.

Esto incluye la conformación de carteles atractivos, toros bravos con edad y trapío y el cuidado de cada uno de los aspectos que hacen que el espectador quiera repetir. Un empresario debe tener amor por lo que hace y eso se refleja en el respeto que le tiene al público.

Asistí a una de las plazas que en estas semanas ha tenido una inusual buena entrada. Ninguno de los empleados estaba preparado para recibir a tanta gente. La entrada al coso era un caos.

Tardamos cerca de 45 minutos en poder ingresar y lo logramos por medio codazos y empujones. El reloj de la plaza no funcionaba con lo que el gerente no sólo demostraba desprecio por los aficionados, sino por el patrocinador que ahí se anuncia.

El segundo imperativo moral de un empresario es generar valor económico agregado. El espectáculo taurino es un negocio y debe producir utilidades a quienes se arriesgan en organizarlo.

Algunos gerentes parece que están peleados con su dinero (o con el de sus patrones). Realizan una publicidad lamentable, orientada únicamente a quienes están involucrados en el mundillo taurino. No cuidan al toro, su entereza y bravura, con lo que han ido alejando al público de las plazas.

Félix Sánchez del Río y John Gordon proponen lo siguiente como sexto mandamiento de un buen empresario: "Ser un buen promotor, el espectáculo es suyo y tiene que venderlo. ¡A plaza llena ganan todos!".

Y esto se conecta con el cuarto imperativo moral de Carlos Llano: la auto continuidad. Una empresa debe permanecer en el tiempo. Esto obliga a los empresario a actuar con visión de largo plazo.

Para ello es necesario invertir y no sólo en el mantenimiento de los inmuebles, sino en el activo más importante: los toreros. Para que la fiesta florezca tienen que haber figuras que interesen al público. Esto se logra organizando novilladas (aunque impliquen un gasto) y apostando por los jóvenes.

Sánchez del Río y Gordon rematan el decálogo del buen empresario con una frase lapidaria: "Dejarse de choriceo y ser generosos", eso en español de México sería como decirle a quienes dirigen las empresas taurinas: Déjense de triquiñuelas y sean generosos. La centenaria tauromaquia mexicana los necesita.