Finalmente llegaron por última vez a Puebla como candidatas a la Presidencia de México, Claudia Sheinbaum Pardo y Xóchitl Gálvez Ruiz.
Ambas arropadas por miles de personas en sus respectivos cierres de campaña, además de los candidatos, sobre todo los que van por la gubernatura de Puebla, Lalo Rivera y Alejandro Armenta Mier.
Después de los cierres tanto en la avenida Juárez y Paseo Bravo, como en la plaza de la Victoria, llegó la guerra de los números y de la percepción.
Pero antes, hubo la batalla por el mejor lugar.
El primer sitio fue sede para que los militantes del PAN y PRI vitorearan a sus candidatos a todo pulmón.
Por cierto, se careció o no se vio a perredistas en el lugar.
Ni siquiera se vio a sus candidatos del partido del sol azteca, como Roxana Luna, quien va por el ayuntamiento de San Pedro Cholula, quien prefirió ir a partir un pastel a la junta auxiliar de Santa Bárbara Almoloya.
¿Pues no iban en coalición? ¿qué pasó con los perredistas? ¿rompimiento? ¿agua y aceite?
En tanto, el segundo sitio sirvió para que los militantes de partidos de la llamada Cuarta Transformación también dieran su apoyo a sus candidatos, pero sobre todo a Claudia Sheinbaum y Alejandro Armenta.
La gente se desvivía por un saludo, foto o apretón de manos, como si se tratara de una rock star, algo impresionante que del otro lado no se vivió.
Pero no sólo Claudia Sheinbaum atrajo la atención y las selfies, sino también fueron muy recurridos, Alejandro Armenta, Gerardo Fernández Noroña y hasta el exgobernador Manuel Velazco.
Después de ambos mítines, para cerrar respectivas campañas, llegó la guerra de las fotos y de la percepción de quién llenó más.
Lo cierto es que ambos bandos requirieron de acarreo, como siempre se da en estos casos.
La diferencia tal vez fue que gran parte de los cuatroteistas llegaban en vehículos particulares en su mayoría, convertidos en “coche sardina”, mientras que los priistas y panistas, recurrieron a unidades de transporte público, gran parte de ellas haciendo base en el barrio de Santiago.
También se vio en ambos lugares a un puñado de fiscalizadores del Instituto Nacional Electoral (INE), haciendo cuentas.
Lo interesante de ambos mítines es que demostraron el poder, no de convocatoria, porque eso es muy ambiguo, sino el de la movilización, que será muy importante el 2 de junio.
Ahora quedan tres días reales de campaña, que por ley tienen que terminar el miércoles, para un descanso de tres días.
Las cartas están echadas, los discursos están dichos, la guerra (sucia y limpia) ya se ha hecho, ahora solo queda esperar.
¡Las apuestas están hechas!
Tiempo al tiempo.