El campo mexicano está seco. Seco por calor, seco por sequía, y seco porque las promesas no riegan las cosechas. Desde hace años, los agricultores de Zacatecas, Durango y Chihuahua han sembrado en tierras que cada vez producen menos. Pero no solo es la falta de agua; es la falta de semillas certificadas y el olvido de un gobierno que prometió mucho y dejó a los campesinos con poco.

La historia del frijol en México no es nueva. Durante años, el campo resistió a base de semillas certificadas, las pocas que llegaban de institutos nacionales y programas que mantenían, con esfuerzo, un poco de esperanza. Esperanza no disponible al bolsillo de todos, pero existente.

Con la llegada de la pandemia, el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) quedó paralizado por necedad burocrática. El 75 % de su presupuesto de mil cuatrocientos millones de pesos desapareció. El Servicio Nacional de Inspección y Certificación de Semillas (SNICS) sufrió algo parecido, cosa que se refleja en sus ingresos, de 50 millones en 2018 a apenas 39 millones presupuestados para este año. Con el campo abandonado, los agricultores se quedaron sin opciones.

Sin semilla certificada y sin dinero para importarla, los productores se vieron obligados a sembrar con semilla criolla, la misma de sus abuelos, que no resiste la sequía, ni las plagas, ni el viento que sopla fuerte desde el Cerro de la Bufa. Hay herencias que son maldiciones.

El sábado la presidenta Claudia Sheinbaum llegó a Zacatecas. Dijo que va a rescatar el campo, que va a revivir la vieja Productora Nacional de Semillas que el neoliberalismo abandonó hace años.  Que, con su nuevo proyecto viejo, la Productora de Semillas para el Bienestar (PROSEBIEN, que bien se lee), promete producir semillas de alta calidad y asegurar el frijol mexicano. Dice que los precios de garantía alcanzarán los 27 pesos por kilo, más que los 20 que pagaron el sexenio anterior.

Pero el frijol negro comenzó el sexenio a 22 pesos el kilo y ahora va en 35. Los precios suben, las promesas también, pero el frijol no aparece. La dependencia del gobierno, SEGALMEX, ha tenido las peores compras de su historia por falta de inventario nacional. Imposible pelear contra los bien aceitados y subvencionados procesos gringos, los bajos costos de producción argentinos, o las capacidades… guatemaltecas, de donde comenzamos a importar el sexenio pasado. Frijol más barato, que cruza la frontera y ocupa los mercados, mientras el frijol nacional se queda en el suelo, sin agua y sin apoyo, sin dignidad.

El campo mexicano está en desventaja. Los agricultores lo saben. La tierra también. Las promesas son palabras al viento si no se acompañan de acciones que sirvan de algo, no revivir PRONASE. La presidenta dice que este es el rescate, no lo es. Que ahora el campo va a renacer, esperemos por gracia divina.