En Puebla, por fin alguien levantó la voz y puso sobre la mesa un tema que ya ardía en redes: el ciberacoso.

Esa modalidad de violencia que muchos aún toman a la ligera, pero que deja daños reales, sobre todo cuando las víctimas son niñas, niños, adolescentes o personas cuya única falta fue confiar en una pantalla.

La iniciativa que ahora se discute en el Congreso local no es menor.

Va dirigida contra quienes se escudan en el anonimato para insultar, acosar, amenazar o robar identidades.

Los típicos valientes del teclado que creen que desde un perfil falso todo se vale: desde difundir ataques sin sustento, misoginia, imágenes íntimas hasta estafar a terceros con cuentas clonadas.

Se sienten intocables porque están detrás de una pantalla y en el anonimato.

Pero ya se les acabó el jueguito.

Y no se trata de censura ni de coartar la libertad de expresión.

Al contrario.

El derecho a expresarse libremente no incluye el derecho a violentar, ni a destruir reputaciones, ni mucho menos a atentar contra la integridad de menores.

Basta darse una vuelta por las redes para ver los niveles de crueldad con los que se opera en ciertos círculos digitales.

Hoy por hoy, el internet se volvió la nueva selva.

Y ya era hora de ponerle reglas.

Porque si en la vida real no está permitido acosar, amenazar o robar, en el mundo digital tampoco debería serlo.

Las leyes no pueden seguir en el siglo XX mientras los delincuentes operan con tecnología del XXI.

En esta lucha, Puebla se coloca a la vanguardia.

Lo importante será que la ley no se quede en papel, ni que se use con fines políticos o revanchistas.

El objetivo tiene que ser claro: proteger a los más vulnerables, frenar el daño antes de que sea irreversible y mandar un mensaje firme a los agresores digitales: su fiesta terminó.

Porque a veces, lo más peligroso no es quien alza la voz con nombre y apellido, sino quien ataca desde la sombra.

Y a esos, por fin, ya les encendieron la luz.

Tiempo al tiempo.

Lilia Cedillo: abriendo puertas

La rectora Lilia Cedillo marca un hito en la BUAP.

Eliminó el examen de admisión para 101 programas, facilitando el acceso directo.

Reduce la presión académica, pero más allá, también elimina barreras económicas y sociales.

Es una acción efectiva para ampliar la cobertura en Puebla, adaptándose a la capacidad real de cada programa.

Además, impulsa la equidad educativa: jóvenes de regiones como Atlixco o Ciudad Serdán ahora tienen una vía clara hacia sus estudios.

Lilia Cedillo demuestra con hechos que la BUAP puede reinventarse.

Más cerca de la gente, más incluyente, más comprometida.

Un acierto que sienta un precedente para toda universidad pública.

Este cambio representa más que una política interna.

Es una apuesta por el futuro de miles de jóvenes que antes veían truncado su camino por filtros desiguales.

Tiempo al tiempo.