Si en gringolandia aplauden su entrega en el escenario, en México recibe una cascada de ovaciones. Más de 28 danzantes presentaron bajo la luna el más gigante abanico de tradiciones y folklore nacional. Revolucionarias, adelitas, michoacanas, cazadores y mariachis demostraron por qué son parte de este ballet.

Sin la pantalla de siempre, pero con un impresionante juego de luces, la agrupación de Amalia Hernández expresó a través de nueve cuadros y música —completamente en vivo— la enorme riqueza cultural que presume el país.

Fundada en 1952 con sólo ocho bailarines, siete años más tarde, al representar a México en los Juegos Panamericanos en Chicago, ya había reunido a más de 50. Con 60 coreografías creadas por la fundadora del ballet, han realizado giras internacionales por toda la geografía de la República, así como en 60 países y 300 ciudades.

“Los Quetzales”, “Fiesta veracruzana”, “La jarana yucateca”, “El cupidito”, “Los hijos del Sol” y “Antiguos sones de Michoacán” fueron vitoreadas, incluso hasta el que no sabía chiflar, aprendió. Entre ellos Arturo Loyola, quien como todo el auditorio se dejó llevar por la gallardía, temple, sensualidad y soberbia de los danzantes.

“La danza del venado” fue otra de las coreografías más aplaudidas, la gente se puso de pie. Los músicos, también parte de esta agrupación, fueron un agasajo para el oído, así como engalanaron la guayabera jarocha, también el impecable atuendo del mariachi.

“Estos sí gastan la suela, no como otros”, comentaron a gritos entre el público. Todos — sin excluir a nadie— no dejaron de zapatear las “patrullas”, aspirando ser uno de los danzantes, que por cierto en las suertes charras arrancaron otra vez los cumplidos.

Agrupación a la altura de las más importantes compañías en el mundo, el ballet folklórico de Amalia Hernández Navarro sudó como nunca y dejó el escenario limpio de todo polvo para la clausura del Palafoxiano con el tenor Fernando de la Mora.