En los últimos 90 años, dos de los más importantes caciques de Puebla, Amador Hernández González en la Región de Tehuacán, y Eleazar Camarillo Sánchez, en Atlixco, mantuvieron el control de municipios y manejaban la economía, pero a pesar de estar en el poder legislativo, ambos tuvieron algo en común, nunca llegaron a gobernar el estado a diferencia de los Ávila Camacho, Jiménez Morales y los Morales Flores.

Amador Hernández, el de la frase “Tehuacán es mío”, siempre con sus gafas oscuras y gesto adusto, inspiraba temor entre sus adversarios, quienes formaban alianzas para derrotarlo en su punto más sensible, “la política”.

Sin aceptar ser el cacique de Tehuacán durante más de sesenta años, gracias a haber sido el líder de la Confederación Nacional Campesina, Hernández González mantuvo el control de los productores de la región, pero nunca pudo extenderlo.

Fallecido el 23 de octubre de 2003, los abusos del tehuacanense se contaban por decenas y fue la causa de que el Partido Revolucionario Institucional en 1973 perdiera por primera vez la presidencia municipal de la considerada la segunda capital del estado.

Entre las historias que se documentaron del exlíder cenecista, se encuentra que fue acusado por campesinos de los municipios que forman el distrito de Tehuacán, de traficar con parcelas, ejidos y con la comercialización de cosechas de maíz, tomate y carrizales. También, de haber negociado con la construcción de escuelas, centros de salud y pozos de agua potable, con los que benefició su rancho.

Hubo acusaciones formales por delitos de robo, despojo, falsificación de firmas, uso de documentos falsos y fraude.

En su historia fomentó el coyotaje por medio de la creación de sociedades ficticias de pequeños avicultores, porcicultores y establezco”. Fue, dicen aquí, “cuando surgieron las grandes fortunas de los agricultores y cuando se hacía pasar como representante ejidal, con lo que se hizo rico”.

Los campesinos del municipio de Ajalpan no han olvidado tampoco los negocios que hizo, por ejemplo, con “la introducción de agua potable para comunidades campesinas de no más de 1,500 habitantes y con los centros de salud, que financió el gobierno federal”.

Para Hernández González fue un negocio redondo, “alentado por la construcción de unos 500 pozos profundos y 20 centros de salud, con cuyas inversiones se hizo sus casas en el rancho “Xoyatla”, así como un búngalo construido por el Ayuntamiento”.

Asimismo, de acuerdo con investigaciones periodísticas, el cacique era originario de Acultzingo, Veracruz —no de Nicolás bravo, municipio de Tehuacán, como se hizo pasar.

La matanza de Acapulco

La acusación más grave contra Hernández González fue que estaba ligado estrechamente con la matanza de copreros del 2 de agosto de 1967, ocurrida en Acapulco, Guerrero, que le hizo perder la diputación federal por Tehuacán, donde hizo su imperio.

El semanario Proceso relata: “Su cuñado, Barbosa Valiente, del municipio de Ajalpan, lo define así: “Es sagaz y astuto para el robo, es un hampón como pocos, pero no ha pisado la cárcel”, apuntó.

La política

Amador Hernández inició muy joven su carrera política, que lo llevó a convertirse en el cacique de la región cuando se empezó a relacionar “con los candidatos que impuso el expresidente Miguel Alemán Valdés en especial con Alfredo Reguero, designado diputado federal, con el fin de hacerlo más tarde gobernador del estado”.

Fue, sin embargo, el exgobernador, Rafael Avila Camacho, el que impulsó a Hernández González.

Amador Hernández encabezó un grupo que nunca pudo llegar al gobierno del estado, solo imponer candidatos que perdían elecciones.

Eleazar, el heredero de J. Hernández

Eleazar Camarillo Ochoa, surgido a la sombra de Antonio J. Hernández, quien falleció en 1985, se convirtió en el líder de la otrora poderosa Confederación Revolucionaria de Obreros Mexicanos, que logró su poder controlando a los sindicatos de la industria textil.

Camarillo Ochoa ambicionaba el mismo poder de J. Hernández el anterior cacique de Atlixco, pero el problema fue que tenía un poder de negociación menor al de su antecesor, con menor capacidad de repartir y de invertir en beneficios materiales, debido a la pérdida de afiliados al sindicato, aunque preservaría la habilidad de organizar y unificar a la comunidad y de movilizar gente.

Eleazar Camarillo
Eleazar Camarillo

Sin embargo, el principal problema fue el uso de la fuerza para poder controlar líneas de transporte y todo sindicato que se creaba en la región de Atlixco.

Seis años después de tomar el poder y con el apoyo de Alberto Jiménez Morales, Eleazar tuvo el mayor golpe al estallar la huelga de la industria textil a nivel nacional que terminaba con los contratos ley.

Ante la paralización de la industria textil, la base del poder del cacique se desbarataba, y nuevamente Atlixco experimentaba un cambio de actividades, al pasar de una comunidad industrial–textil a una de comerciantes.

“Las implicaciones de la desaparición de las fábricas serían la falta de trabajo y la evolución de la actividad del municipio. Lo primero desembocaría en descontento y el cambio de actividad en creciente modernización. A pesar de esto, como ya se había mencionado, se llevaron a cabo estrategias como la afiliación de taxistas y locatarios del mercado a la CROM y el combate del desempleo mediante trabajos en obra pública, que permitieron que el sistema caciquil sobreviviera”.

Antonio J. Hernández
Antonio J. Hernández

La derrota política y la muerte

Eleazar Camarillo había sido diputado local y federal, pero en 1995 incurrió en diversas prácticas para el fraude electoral, ya sin el apoyo de Alberto Jiménez Morales y siendo gobernador Manuel Bartlett lo dejó solo, por lo que la elección se anuló.

Al repetirse el proceso, Camarillo perdió frente al panista José Luis Galeazzi Berra e inició la caída del cacique, quien fue nuevamente diputado federal por representación proporcional en 1997, pero dos años después falleció.

Al mismo tiempo se cerraba La Concha en la que tuvo su coto de poder, moría el cacique y una de las primeras fábricas textiles de Puebla.