"¿No me da para mi calaverita?” dicen unos niños que extienden una calabaza naranja de plástico pidiendo algunas monedas, afuera de una tienda de celulares, en la plaza comercial Plaza Dorada.

La más pequeña del grupo toma la iniciativa con una sonrisa que podría desbaratar el corazón más gélido.

La escena se radicaliza en algunos cruceros como el de la 11 Sur a la altura de Periférico donde los limpiadores de parabrisas le han  cedido su lugar a los pedigüeños de calaveritas.

En algunos fraccionamientos de clase media de la ciudad, los niños festejaron la fiesta conocida como Halloween.

En fraccionamientos cerrados, niños de la clase media, disfrazados de draculitas o de monstruos salieron a pedir dulces y combinaron la dieta de tacos árabes con los dulces recolectados.

Desde el domingo los disfraces se agotaron en los anaqueles de los centros comerciales.

La figura de Freddy Krueger compite con el imaginario tradicional del país.