Muchas de las principales avenidas de la ciudad de Puebla, particularmente de la zona monumental, están ocupadas permanentemente por negocios ambulantes que tienen años de estar establecidos en diferentes zonas estratégicas de la capital del estado, aunque la mayoría de ellos se niega a informar si pagan impuestos extraordinarios por ocupar las banquetas que están destinadas para el uso de los transeúntes.

En un recorrido realizado en los últimos días se encontró que las principales avenidas están ocupadas por talacherías, herrerías, carpinterías y todo tipo de puestos; como ejemplos, el carrito de carnitas La Michoacana, que invade la calle en la 9 Poniente 906 y la herrería de Juan de Palafox y Mendoza, entre 12 y 14 Norte, en el barrio de La Luz, que con el paso de los años son negocios que se convirtieron en una tradición entre los ciudadanos de la capital del estado de Puebla.

Pero más allá del centro histórico de la ciudad también están las famosas taquerías de avenida Margaritas y 5 Sur, donde el estacionamiento de decenas de vehículos en “batería” obstruye la circulación, con la complacencia de patrullas que taquean y reciben la cuota para hacerse de la “vista gorda”.

“Es nuestro ingreso tradicional, no podemos evitar que los clientes lleguen y se estacionen en batería porque eso les facilita acercarse a comprar nuestros tacos y demás productos”, dijo Juan Manuel, empleado de la taquería La Lupìta.

Asimismo, se observa las ventas de vehículos regularizados que se expenden en avenida Las Torres y avenida Nacional o en avenida Margaritas y calle Hidalgo, por solamente señalar dos vialidades, resultan obstruidas por los vendedores y los anuncios de “changarros” de todo tipo, con postes y botes, y los agentes de Vialidad son “ciegos” ante estas faltas a los reglamentos municipales.

Invasión contra necesidad


Los vendedores de comida ambulante se defienden y aseguran que están en las calles porque tienen muchas necesidades, sobre todo porque se ven obligados a solventar los gastos de sus hijos, que tienen que acudir a la escuela y para ello necesitan el dinero que ganan en sus puestos ambulantes.

“Yo tengo varios años con mi negocio de dulces, a veces nos mueven para otras zonas o de plano nos piden la mordida para permanecer aquí”, dijo doña Asunción, que vende en los alrededores del paseo Nicolás Bravo: “Ya no recuerdo las veces en que tengo que darles dinero para que no me corran de aquí y se los damos porque es una zona de mucha venta”.

De franeleros a limosneros

Cabe mencionar que los vendedores ambulantes en parques, calles y jardines de la zona de monumentos de la ciudad de Puebla ya se apoderaron de las principales avenidas, sobre todo de aquellas donde la circulación peatonal y vehicular es creciente, de tal forma que en regiones como el paseo Nicolás Bravo permanentemente se observan “franeleros” que se reparten las áreas en que muchos poblanos dejan sus coches estacionados, porque no tienen la posibilidad de pagar un estacionamiento durante las horas en que llegan a laborar en la zona.

Hoy en día se observan “franeleros”, personas adultas que piden dinero mientras los conductores esperan el semáforo en rojo, vendedores de jugos en carritos móviles, pero también puestos de carnitas y talleres.

“Vemos que sacan sus carritos y venden en plena calle, pero también ocupan los lugares destinados para estacionamientos e invaden los carriles de circulación”, dijo una empleada de la farmacia de la esquina de la 9 Poniente y la 11 Sur.

Pero, además de las ventas callejeras, ahora muchas personas ya utilizan los zaguanes de las vecindades y de las casas antiguas para realizar otro tipo de comercio informal: “En esta zona hay de todo, desde quienes abren sus portones hasta quienes venden cuadros y fotografías pintadas, incluso en la 16 de Septiembre los negocios sacan sus llantas para apartar lugar y mostrar sus productos, hay una total anarquía”, concluyó Juan Manuel Delgado, taxista que recorre todos los días la ciudad.