La fe guadalupana se refleja más el 12 de diciembre, con los miles y miles de feligreses, dibujando y matizando en el horizonte, ríos interminables en la Villita de Guadalupe, el Santuario Guadalupano del Seminario Palafoxiano y en todos los templos del estado dedicados a la Virgen de Guadalupe.

A lo lejos se observan las extensas filas firmadas para llevar a los Juan Dieguitos y a las Lupitas; mamás, papás, abuelos y abuelitas llevaban a los niños en la fila donde se formaron durante varias horas para honrar la devoción a la Virgen de Guadalupe

No importa el gélido viento, que en ocasiones hace temblar a los niños y a sus abuelitos, el fervor Mariano es más que las ráfagas de viento helado que recorren a la Angelópolis y también a los pueblos serranos.

Pero el festejo en esta ocasión no es del todo redondo, lamenta el Arzobispo, Víctor Sánchez Espinosa, quien desde la parroquia de Guadalupe Volcanes, realiza una oración especial por la muerte de tres peregrinos de Acatzingo, cuando retornaban a Puebla, después de ir a dar gracias a la Villa de Guadalupe. El incidente ocurrió la víspera cuando el grupo de peregrinos fue embestido por un conductor que manejaba borracho.

Afuera del templo de Nuestra Señora de Guadalupe de la Avenida Reforma y 11 Norte, están instalados distintos puestos de mercancías para saciar el hambre y la sed de los feligreses.

Después de mostrarse la devoción Mariana, los cristianos recorren los puestos de comida que se ubican en las inmediaciones de la Villita.

El Paseo Bravo hay una maraña de puestos en los que se venden desde imágenes religiosas hasta super-héroes de alguna saga fantástica, sin olvidar los antojitos. 

La fe de los poblanos. En orden, y tras una larga espera, los devotos ingresan al templo de Nuestra Señora de Guadalupe para santiguarse y recibir un baño de agua bendita.
 
Bajo los rayos del sol que queman como brasas y se combinan con el viento frío, al mediodía de este martes, los feligreses se santiguan frente a la imagen de la Morenita

El templo es pequeño para dar cabida a tantas personas.  La imagen de la Virgen de Guadalupe está enmarcada por globos blancos, verdes y rojos.  

Los feligreses se arrodillan en los reclinatorios frente al altar; imploran de manera silenciosa una breve oración, con la cabeza reclinada y las manos trenzadas. 

Otros feligreses permanecen en las bancas del templo, miran hacia el frente; el tiempo se detiene un poco. 
   
Las mañanitas

¡Viva la Virgen de Guadalupe! se oye el grito estruendoso. 

Una rondalla le canta las mañanitas a la virgencita, pero antes uno mariachis de Santa Cecilia también entonó la tradicional canción. 

El templo se encuentra atiborrado pero con orden. El frío al interior  no se siente. Los feligreses aplauden mientras el cantor principal de la rondalla lanza vítores a la virgencita.

Enchamarrados resisten entre el frío y la fe; se han dado cita para celebra a la virgencita. 
En el altar las imágenes religiosas están acompañadas de flores. 

La música para la virgencita continúa; las personas siguen llegando y los cánticos inundan el templo. 

La gente que llega a la Villita lo hace con devoción, humildad y agradecimiento. 

La fe mueve montañas.

Es 12 de diciembre por la mañana y la tarde, las calles del Centro Histórico permanecen silenciosas. Es un silencio que cae en la ciudad. 

Los peregrinos

Por los caminos que van hacia el volcán, desde hace varios días, los peregrinos han recorrido la ruta de la fe y la esperanza.

Los más audaces, desde el sur del país toman las peligrosas autopistas o las carreteras locales para llevar su fe hasta la ciudad de México. 

Los días previos al 12 de diciembre, peregrinaciones de ciclistas o de corredores de relevo portadores de antorchas corren por las carreteras. 

Jóvenes con el rostro cansado, mujeres con playeras de alguna población o de alguna cofradía, toman las carreteras. En camiones de redilas o en camionetas, se van turnando para llegar a la Ciudad de México hasta el Tepeyac que los espera para recibir su fe.

Mientras en Nueva York, poblanos celebran a la Virgen. La fe también se desbordó en Nueva York, la llamada urbe de hierro, habitada por poblanos. 

La Antorcha Guadalupe que recorre el país hasta llegar al norte de Estados Unidos, también surca las calles de Nueva York.

La fe en la Virgen de Guadalupe une lo que la política migratoria y las fronteras han dividido. La tradición de la Carrera Guadalupana en Nueva York congregó a mil 400 corredores

La Carrera de la Antorcha Guadalupana inició en el año 2002 y es una manera de expresar la fe y la devoción Mariana entre la comunidad migrante del llamado "Pueblayork".  

Celebraciones poblanas

Ernesto Licona, investigador en Antropología de la Universidad Autónoma de Puebla (UAP), en un estudio, explicó que la celebración a la virgen de Guadalupe es la fiesta religiosa más importante de México y en Puebla.

En la entidad, según relata, se realiza la festividad de manera masiva y en diversos espacios urbanos, desde fábricas, barrios, colonias y hogares, así como en cientos de comunidades rurales.

El 12 de diciembre, las personas organizan rosarios, misas, bailes, comidas, cantan y también es ocasión para divertirse con los amigos y familiares.

Fábricas, talleres mecánicos, misceláneas, hojalaterías, colonias, barrios, vecindades, bases de microbús, mercados y hogares particulares levantan un pequeño altar para rendir culto a la Morenita del Tepeyac, conviven con la imagen sagrada y aprovechan la ocasión para pedirle un favor o para agradecerle un milagro.

“Hay colonias que organizan peregrinaciones hacia el cerro del Tepeyac (u en la ciudad de México), en otras, son los jóvenes construyen altares en las esquinas y llevan al mariachi y cantan las mañanitas”.

Ehemplifica que la fábrica de hule ubicada en la colonia Bugambilias que emplea a 97 obreros, donde en cada sitio de trabajo se encuentra un altar a la Virgen de Guadalupe, pero también existe uno principal que es acompañado por una bandera nacional.

El 12 de diciembre, el nicho sagrado se limpia, se adorna, se le ponen veladoras y se instalan varios “foquitos” para iluminar el espacio sacro.

La celebración inicia a las siete de la mañana con una misa que oficia un sacerdote, una hora después se reúnen cerca de 200 personas que son familiares de los trabajadores y de los dueños de la pequeña empresa.