Quizá la razón más importante de cada aniversario de Intolerancia, es que me obliga a ejercitar la memoria para recordar un sinfín de historias, que por fortuna la mayoría están impresas en las páginas de nuestro diario.

Pero hay otras, que son parte de la vida interna de esta casa editorial que no estaban destinadas a ser parte de esa hemeroteca, pero que está presente en nuestro anecdotario.

Así como en el deporte de las patadas se dice que portero sin suerte, no es portero; lo mismo aplica en el periodismo, en donde reportero sin suerte no es reportero.

Considerando que un periódico como tal es un reportero colectivo, no tengo duda de que Intolerancia nació con un enorme trébol de la suerte que vive entre sus páginas.

Desde su nacimiento, en Intolerancia pasan cosas inexplicables en su redacción. Duendes o demonios, pero en esa redacción siempre pasa algo y llega la nota esperada en el momento menos esperado.

Si bien es cierto que la pandemia acabó con gran parte de las redacciones vivas del mundo, es un hecho que aprendimos a mantener la vitalidad desde la extraña frialdad del home office.

Por obvias razones, era natural pensar que en 23 años pasaría de todo, pero ni la más desquiciada de las mentes, habría imaginado ni un fragmento de lo que nos tocaría descubrir, investigar y relatar.

El día de hoy, a 23 años de distancia de esa mañana en que recibí de la rotativa de Grupo Gráfico el primer ejemplar de Intolerancia Diario, debo agradecer a todos quienes han escrito, diseñado, corregido, editado y distribuido alguno de nuestros 8 mil ochenta (8,080) ejemplares incluido el que hoy tiene usted en sus manos, pero sobre todo, a quienes han leído de manera incondicional algunas de nuestras más de 250 mil páginas que hoy forman parte de nuestra hemeroteca, pero sobre todo, de la historia política de Puebla