En los recientes conteos atraídos por el Instituto Electoral del Estado ha sido común encontrar que la diferencia entre quienes ganan y los “segundos lugares”, es mínima.

Para no ir lejos, en Tepexi de Rodríguez, un municipio de 392 kilómetros y más de 23 mil habitantes, el morenista Humberto Bolaños le arrebató el ayuntamiento al PRI y Antorcha Campesina por sólo 19 votos.

Esta distancia tan pequeña denota que el ganador, en este y en todos los casos donde hay pocos votos de diferencia, está obligado a entender que la mitad de la población o más, si se suman los nulos y el resto de contendientes, no votó por ellos.

Así, los municipios donde las elecciones fueron cerradas se encuentran prácticamente divididos, polarizados y las y los próximos presidentes municipales deberán trabajar en la unificación de sus gobernados antes de que las disputas hagan irreconciliables las diferencias electorales.

No será una tarea fácil, lo hemos dicho aquí muchas veces, la mayor polarización del país la tenemos día a día desde el Palacio Nacional con las famosas Mañaneras.

Un riesgo más que corren quienes hoy tienen en sus manos una Constancia de Mayoría es que al existir, como en toda elección, irregularidades, las elecciones puedan ser impugnadas.

En este caso podrían estar Cuetzalan, donde el representante del Verde Ecologista, Óscar Paula, se alzó con la victoria con 130 votos; o la priista Rosiceli Díaz, quien ganó la reelección con 200 sufragios de diferencia.

También está Jael Peña Lobato, que con 135 votos más que su contrincante recibió la constancia como presidenta municipal electa de Jonotla. Hoy Gerardo Méndez Barrera es el presidente municipal de dicho ayuntamiento y también esposo de la alcaldesa electa.

Independientemente de la cantidad de elecciones que atiborrarán los tribunales local y federal, estas impugnaciones generarán cierta inestabilidad durante los próximos seis meses.

Los procesos de entrega-recepción, en los municipios donde se presenten, podrían terminar como trabajo tirado a la basura si los Tribunales determinan que existen elementos para declarar la nulidad de las elecciones.

Independientemente de cuáles y cuántos ayuntamientos definan en los últimos minutos quiénes habrán de gobernarlos por los próximos tres años, estas elecciones han servido para demostrar lo pragmático de las coaliciones y lo complicado que es contar los votos válidos.

De ahí que el llamado reiterado a que en las intermedias de 2027 o en las próximas federales de 2030, se vote de manera electrónica suena bastante razonable.

Además de utilizar la tecnología, ahorraríamos la impresión en papel de millones de documentos electorales.

¿Aceptarán nuestros próximos diputados el avance o se aferrarán a la prehistoria?

Veremos y diremos.