Con los recientes trabajos de investigación arqueológica sobre Mesoamérica en las últimas décadas, se ha podido obtener información acerca de una de las figuras más importantes en la sociedad Maya, el “ajaw”.
En el reciente número de la revista “Arqueología Mexicana”, se dan a conocer los resultados de estas investigaciones y se muestra un cúmulo de información relacionada con la entronización, los sacrificios como política y los modelos divinos de los “ajawo’ob” (“reyes”) mayas, mostrando así su papel como individuos dentro de una sociedad.
El artículo se centra en la interpretación que se ha obtenido de pinturas, esculturas y ruinas de templos de la cultura maya, que permiten conocer, y entender de cierta manera, el rol de los grandes señores del clásico que, compartían varias características como sujetos de poder.
Se ha establecido que durante la época prehispánica, numerosos señoríos fueron formados en las Tierras Bajas mayas, mismos que contaban con un centro urbano, una sede en la que el poder se encontraba, y en cada uno de éstos se haya un “k’ubul ajaw” (“rey divino”).
Se entiende que entre más grandes y complejas eran las construcciones arquitectónicas de las ciudades mayas, éstas reflejaban el poder que poseían los “ajawo’ob” y sus cortes reales.
Así, su autoridad e imponencia les permitían obtener recursos para sobrevivir y contar con un pleno ejercicio de mando. Hasta donde se sabe, los reyes mayas no contaban con un aparato administrativo, ni con instituciones gubernamentales pero, eso no les quito la estabilidad que lograron por muchos años con su rigor soberano, autoritario.
Estos reyes tuvieron el ingenio de fundamentar su poderío político a través de un estatus divino, el cual les permitía tener una cercanía con los dioses, convirtiéndose en mediadores entre los humanos y la divinidad.
Esto trajo a colación la manera de los gobernantes en enfatizar sobre el origen de su linaje, sustentándolo en narrativas mitológicas que ubicaban a sus antepasados entre los mismos dioses con los que podían comunicarse.
Dentro de los lujos con los que contaban los “ajawo’ob” se encuentra la buena alimentación, que los de más individuos de la sociedad maya no podían obtener y que les hacía morir a la edad de 25 a 35 años, misma en la que se ha concluido, los reyes tomaban posesión de su mandato.
La entronización era un ritual simbólico en el que el cuerpo y la imagen del “ajaw” se transfiguraban en un recipiente de valores que abogaba por todo el Estado. Éste se daba de manera patrilineal, se escogía entre los descendientes masculinos al futuro gobernante, aquí la primogenitura no era una norma.
Con el avance en la interpretación de códices mayas, se ha logrado conocer que los rituales no sólo se centraban en acontecimientos históricos, guerras y demás eventos, sino que la política también se expresaba por rituales. Así que se rescate la relación de los reyes con los dioses.
Los rituales se llevaban a cabo en concordancia con el calendario, con sus ciclos concatenados, con los movimientos de los cuerpos celestes, para influir en la sociedad, en la creencia de realizar el bien para la comunidad. Así, si los reyes se comunicaban con los dioses y pactaban regalos para los humanos, los “ajawo’ob” tenían que pagar con su sangre y obtener los regalos divinos.
Otro ritual importante que se llevaba a cabo era el consumir sustancias alucinógenas, ya que permitía a los gobernantes tener visiones y recibir mensajes de los dioses. A fin de realizar varios de estos rituales, los reyes solían disfrazarse como las deidades.
Los modelos divinos de los “ajawo’ob”, eran los que llevaba a cabo en su vida y en su mandato. El modelo, considerado el más paradigmático para la vida de un “ajaw” fue el del dios del maíz, ya que sus ciclos de vida, muerte y renacimiento ninguna otra divinidad poseía; eso por su fuerte asociación de poder que representaba como planta, como el alimento más importante de toda Mesoamérica que, siempre ha renacido.
NTX/BHR/NMN