La profesión del fotoperiodista, que llegó a México en julio de 1947, con la reunión de los 33 mejores fotorreporteros convocados por el crítico de arte, periodista y escritor Antonio Rodríguez, es rescatada por la historiadora Rebeca Monroy Nasr, en su más reciente libro, “Ases de la cámara: textos sobre fotografía mexicana”.

El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) informó que esta edición retoma el título que llevó aquella importante muestra que dignificó el trabajo de los reporteros gráficos, al mismo tiempo que la autora ahonda respecto al esfuerzo del ex militante comunista portugués, Antonio Rodríguez (1908-1993), por lograr unir a este gremio.

A esta publicación, la autora dedicó cerca de 10 años de investigaciones, a fin de aprender esa faceta de Antonio Rodríguez, misma que se sumó a sus múltiples identidades, pues a su nombre de pila, Francisco de Paula Oliveira, le seguirían varios alias, en sus intentos por huir de la persecución política, entre ellas la del propio Partido Comunista.

La autora de “Ases de la cámara: textos sobre fotografía mexicana” explicó que fue así que en 1939, el crítico de arte llegó a Veracruz, donde se le conoció bajo el nombre de Antonio Rodríguez.

La también investigadora de la Dirección de Estudios Históricos (DEH) del INAH subrayó que la llegada de Rodríguez a México se dio en un momento oportuno, ya que había una escena pujante en la que coincidían artistas de distinta índole, razón por la que su conciencia política y cultura, le permitieron reparar en las imágenes que estaban publicándose en revistas de la época.

Añadió que años más tarde, en 1947, Antonio Rodríguez publicó en la revista “Mañana” las entrevistas que hizo a 19 de los 33 fotorreporteros que participarían en el concurso-exposición del Palacio de Bellas Artes, que ahora son documentos autocríticos del desarrollo del fotoperiodismo en este país.

“Fue muy significativo, por vez primera materiales de fotoperiodismo fueron expuestos en un recinto destinado a las bellas artes. En ese momento, Antonio Rodríguez, con el apoyo de Regino Hernández Llergo, director de “Mañana”, y de Enrique Díaz Reyna, representante de la Asociación Mexicana de Fotógrafos de Prensa, buscaba que la profesión del fotoperiodismo tuviera un estatus mayor”, precisó Monroy Nasr.

Respecto a los fotógrafos expositores, la especialista destacó a Manuel Montes de Oca, Ismael Casasola, Aurelio Montes de Oca, Luis Zendejas, Enrique Delgado, Francisco Mayo, Ugo Moctezuma, Julio León, “El Chino” Pérez, Faustino Mayo, Agustín Casasola Jr., Antonio Carrillo Jr., Armando Zaragoza, Montero Torres y Leo Matiz, entre otros.

“Mediante las entrevistas con Antonio Rodríguez, ellos revelaron la percepción que tenían de su trabajo; por ejemplo, si lo consideraban arte o no, a lo que muchos contestaron que no. Contaban sus anécdotas más audaces y además elegían su mejor fotografía, la cual se usó para acompañar la entrevista”, mencionó.

Recordó que en esa primera muestra de fotoperiodismo en Bellas Artes, se expusieron contundentes imágenes de la gran “Campaña desanalfabetizadora”, o de la asistencia a un juzgado del ex presidente Plutarco Elías Calles, acusado de almacenar armas.

De León Trotsky moribundo, tras el atentado por parte de Ramón Mercader, y de la embestida de un toro al matador Silverio Pérez, sólo por mencionar algunas.

La autora dijo que la intención de Antonio Rodríguez era dar continuidad a esta exposición de fotoperiodismo, y volvió a realizar entrevistas a fotógrafos, pero dejó inconcluso el trabajo en diciembre de 1951, quizás porque su contacto en el Palacio de Bellas Artes, una hermana del presidente Manuel Ávila Camacho, falleció ese año.

Sin embargo, acotó, la exposición de 1947 abrió conciencia dentro del propio gremio de los fotorreporteros, agrupación que vivía un “boom” para esos años. Fue la primera ocasión en que la fotografía periodística se manejó como un discurso visual por sí mismo, y no como acompañante de la nota escrita, destacó.

La historiadora del INAH precisó que lamentablemente en la década de 1950 inició un retroceso, debido al corporativismo de los fotorreporteros, doblegado a los intereses presidenciales mediante la corrupción.

“Fue hasta después de 1968 cuando se recuperó un discurso visual. Son etapas, pero era necesario reconocer que existía un antecedente muy claro, marcado en los años 30 y 40, de una fotografía contestataria y de una agudeza para señalar contradicciones. Había mucha conciencia en los fotógrafos”, concluyó la autora de “Ases de la cámara: textos sobre fotografía mexicana”.