Al celebrar los 125 años del natalicio del pintor Diego Rivera, ocurrido el 8 de diciembre de 1886, la artista visual Verónica del Pino y el grupo Retrato de un Sueño de Tijuana para Diego recrearon en esta ciudad el mural “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central”, pintado en 1948.
Con una recreación de 12 metros de largo del fondo del mural original, a cargo del artista Alfredo Gutiérrez, más de 160 personas se caracterizaron como los personajes de la idea primera del mural en el Museo Diego Rivera-Anahuacalli, donde se tomó una fotografía del acto para recordar al maestro de la pintura.
La fotógrafa Verónica del Pino estuvo a cargo de cada paso que se dio para recrear una de las obras más destacadas del muralista mexicano, en la que representa a toda la sociedad mexicana y que actualmente resguarda el Museo Mural Diego Rivera, en esta ciudad.
Diego María de la Concepción Juan Nepomuceno Estanislao de la Rivera y Barrientos Acosta y Rodríguez, su nombre completo, nació en Guanajuato el 8 de diciembre de 1886. Fue un destacado muralista mexicano de ideología comunista, famoso por plasmar obras de alto contenido social en edificios públicos.
Fue creador de diversos murales en distintos puntos del centro histórico de la Ciudad de México, así como en la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo y en otras ciudades mexicanas como Cuernavaca y Acapulco, lo mismo que algunas otras del extranjero, entre ellas San Francisco, Detroit y Nueva York.
Estudió por espacio de 15 años (1907-1922) en varios países de Europa (en especial España, Francia e Italia), donde se interesó por el arte de vanguardia y abandonó el academicismo.
Las obras de este periodo reflejan, por un lado, un acusado interés por el cubismo sintético (El guerrillero, 1915), asumido en su etapa parisina, y, por otro, una gran admiración por los fresquistas del Quattrocento, en especial por Giotto, lo que motivó su alejamiento de la estética cubista anterior.
Identificado con los ideales revolucionarios de su patria, Rivera volvió desde tierras italianas a México (1922), en un momento en que la revolución parecía consolidada. Junto con David Alfaro Siqueiros se dedicó a estudiar en profundidad el arte maya y azteca, que influirían de forma significativa en su obra posterior.
En colaboración con otros destacados artistas mexicanos del momento, como el propio Siqueiros y José Clemente Orozco, fundó el sindicato de pintores, del que surgiría el movimiento muralista mexicano, de profunda raíz indigenista.
Durante la década de 1920 recibió numerosos encargos del gobierno de su país para realizar grandes composiciones murales (Palacio de Cortés en Cuernavaca, Palacio Nacional y Palacio de las Bellas Artes, en la ciudad de Ciudad de México, así como la Escuela Nacional de Agricultura en Chapingo.
En estas obras plásticas, Rivera abandonó las corrientes artísticas del momento para crear un estilo nacional que reflejara la historia del pueblo mexicano, desde la época precolombina hasta la Revolución, con escenas de un realismo vigoroso y popular, y de colores vivos.
En este sentido, son famosas, por ejemplo, las escenas que evocan la presencia de Hernán Cortés en tierras mexicanas, como la llegada del conquistador a las costas de Veracruz o su encuentro en Tenochtitlán con el soberano azteca Moctezuma II.
Artista comprometido políticamente, Rivera reflejó su adhesión a la causa socialista en sus propias realizaciones murales y fue uno de los fundadores del Partido Comunista Mexicano. Visitó la Unión Soviética en 1927-28, y, de nuevo en México, se casó con la pintora Frida Kahlo, que había sido su modelo.
En la década de 1930 marchó a Estados Unidos, donde puso su arte al servicio de la exaltación del maquinismo; realizó diversas exposiciones y pintó grandes murales en las ciudades de San Francisco, Detroit (Instituto de Arte, 1932) y Nueva York (Rockefeller Center, 1933), que fue rechazada por sus contenidos socialistas.
De 1936 a 1940 Rivera se dedicó especialmente a la pintura de paisajes y retratos. Ensayista y polémico, publicó junto a André Breton un “Manifeste pour l'Art Révolutionnaire”, en 1938.
Una faceta más de este gran pintor mexicano fue el legado a su país de una destacada colección de figuras prehispánicas que instaló en su casa museo, llamada Anacahualli. Diego Rivera murió en la Ciudad de México el 24 de noviembre de 1957.