El espíritu del elogio desmesurado colmó la Biblioteca Palafoxiana. Quizás fue el alma escolástica del recinto. El filósofo se dejó atrapar por los elogios y lanzó la añeja bravata humanista contra la tecnología.
De visita relámpago en Puebla, Fernando Savater, el filósofo oriundo de San Sebastián, apeló a la tradición humanista frente a la vorágine tecnológica. Su discurso no fue la argumentación retórica de un filósofo hard core, sino la acumulación sedimentada y accesible de sus libros de divulgación, best sellers del pensamiento.
“Las páginas de reflexión sobre la vida, sobre los sentimientos, sobre la poesía y la literatura, esas siguen siendo posibles perlas, y es necesario que defendamos el humanismo porque eso es lo que va a quedar, la ciencia seguirá evolucionando, va a pasar, incluso en algunos siglos con un poco de condescendencia humorística, pero en cambio la reflexión y el pensamiento seguirán vigentes”.
Savater contrastó el árido paisaje de la tecnología frente al valor de la poesía, la literatura y la filosofía. En su sermón humanista, el filósofo de la metrópoli denunció los excesos de la tecnología, evadió los temas espinosos y recibió complacido los elogios gubernamentales.
Ni la violencia ni la pobreza de nuestro país ni su crisis de seguridad merecieron algún comentario en las loas de Savater. Conocido por la divulgación de la ética, Savater hizo una defensa firme del humanismo y de su validez como experiencia de conocimiento en la sociedad actual.
En el recinto palafoxiano, Fernando Savater recibió la Clave Palafoxiana, que ha sido entregada a otros intelectuales, como el novelista y ensayista Sergio Pitol Deméneghi, ganador del Premio Cervantes en el 2005.
“La tecnología será vista en el futuro como hoy vemos a las hachas y otros instrumentos de la edad de piedra”, señaló el filósofo, lo cual pasó inadvertido para quienes chateaban desde sus smartphones en el recinto para bibliófilos.
“Con los avances tecnológicos parece que el humanismo está muerto”, advirtió Savater para resaltar la fuerza del pensamiento frente a las modas tecnológicas.
Savater se dijo inmensamente agradecido por el trato excesivamente generoso que se le da en México. Señaló que México es parte de su vida y que no podría entenderla con tanto que le ha dado este país.
En el acto, el filósofo recibió la Clave Palafoxiana por parte del secretario de gobierno, Luis Maldonado Venegas. El filósofo también fue cursi y agradeció el reconocimiento: “No podría entender mi vida sin México, por lo que me ha dado, y sigue dándome cosas, aunque ya parezca imposible”.
El autor de Ética como Amor Propio señaló que se pueden leer las páginas del filósofo griego Platón con el mismo interés, como si hubieran sido recién escritas. Desbordado en sus elogios, a Savater su auditorio le retribuyó con aplausos.
Por la mañana, en la UAP el escritor español inauguró la Feria Universitaria del Libro, en el Complejo Cultural Universitario, donde elogió la educación por ser la única “revolución sin sangre”.
Para Savater la educación representa la “única revolución no sangrienta que puede cambiar a fondo las cosas de un país, es la lucha contra la fatalidad, la pobreza y la ignorancia”.
”Es una lucha contra la fatalidad, que hace que el hijo de un pobre siempre sea pobre: contra esas fatalidades se alza la educación y por ello debe ser vista como una preocupación pública”.
Durante la presentación de su más reciente obra, Figuraciones mías, que reúne 34 reflexiones sobre la filosofía, la educación, los derechos de autor y el internet, entre otros temas, el autor de alrededor de 50 títulos se pronunció en defensa del humanismo como el único desarrollo compartido entre los seres humanos: “Cultivar la humanidad es el fin último de la educación, que nos permite mejorar la vida de cada uno de nosotros. Aumentar el humanismo en los demás es aumentar el humanismo en nosotros mismos”.
En el teatro del Complejo Cultural Universitario, donde tuvo lugar la presentación de Figuraciones mías, evento con el cual iniciaron las actividades de la 27 Feria Nacional del Libro de la UAP, Savater sostuvo que la educación no debe ser sólo para crear empleados, sino un medio para construir una ciudadanía completa: “La educación debe servir para crear buenos ciudadanos, competentes, ciudadanos que deben saber utilizar sus derechos y deberes, saber obedecer pero también revelarse”.
Al iniciar su charla sobre Figuraciones mías, el también autor de Ética para Amador evocó la figura del escritor y poeta mexicano Octavio Paz, de quien, dijo, se olvida frecuentemente que también fue un educador y, de manera más precisa, un educador cívico.
“Octavio Paz fue muy importante en mi vida; fue un maestro y un amigo, una persona que demostró conmigo una extraordinaria paciencia y quien potenció mi desarrollo y vida intelectual”, dijo.
En ese sentido, y luego de referir una anécdota que describe el encuentro con el Premio Nobel de Literatura, a partir de un intercambio epistolar a propósito del ensayo El arco y la lira —“uno de los ensayos que me han gustado más de Paz”, comentó—, llamó a no olvidar su faceta de educador y de “agitador intelectual”, a partir del impulso que dio a otros autores, porque, dijo, “hay autores que van haciendo puentes, abriendo veredas, que van más allá; yo creo que Octavio era así”.
Ante un auditorio con cupo completo, Fernando Savater dijo no ser un filósofo “con mayúsculas”, sólo un profesor de filosofía, lo cual —expresó— también es importante. Dijo además que después de evocar el significado del latín liber, que aludía lo mismo a libro que libre, siempre le ha gustado mantener la relación entre libro y libertad.
De regreso a Figuraciones mías, refirió que contiene un conjunto de reflexiones sobre su vida cultural, o lo que es lo mismo “preocupaciones mías o visiones mías”. Así también evocaciones a algunos autores, entre estos Octavio Paz.
Fernando Savater, uno de los “clásicos vivos” de nuestro tiempo, según lo nombró la directora de Fomento Editorial de la UAP, Ana María Huerta Jaramillo, es autor de cerca de 50 obras, entre las que destacan La tarea del héroe, Premio Nacional de Ensayo 1982; y las novelas El jardín de las dudas, finalista del Premio Planeta 1993, y La hermandad de la buena suerte, Premio Planeta 2008. Entre las más recientes, El gran laberinto, novela, y La vida eterna, ensayo.