Diego Silveti ya es matador de toros. En la plaza de toros de Gijón y ante una expectación desbordante, el último representante de la dinastía Silveti ya ha pasado a formar parte de la lista de matadores de toros que iniciara su bisabuelo y continuaran su abuelo, su padre y su tío. Cinco matadores en cuatro generaciones, lo que supone un hecho histórico en la Tauromaquia.

Y la tarde de la ceremonia de Diego Silveti no pudo estar más llena de contenido y emociones, aunque con el disgusto de no haber acertado con la espada, pues la dimensión y la fuerza de sus dos faenas le hubiesen valido un total de tres orejas. 

Gran actitud, frescura, raza y mucho buen toreo, esas han sido las columnas sobre las que este nuevo Silveti ha solventado una tarde de máxima responsabilidad y repercusión a todos los niveles, tanto desde el punto de vista de los profesionales, aficionados y medios de comunicación. 

Porque su padrino y testigo, José Tomás y Alejandro Talavante, han rayado a una grandísima altura, sin facilitarle nada las cosas al nuevo matador, que tuvo que tirar de amor propio y un gran concepto para mantenerse al nivel de sus dos alternantes.

Con lleno de "No hay billetes" desde hacía días, se han lidiado seis toros de Salvador Domecq, el cuarto como sobrero. Bien presentados, de buenas hechuras y de juego variado. Se dejaron con distintos matices 1º, 4º, 5º y 6º. 


La alternativa

Diego Silveti se convirtió en matador de toros con el toro Lisonjero, número 54, de 465 kilos, burraco de capa. Vistió de blanco y oro, y lució en el paseíllo un precioso capote de paseo blanco y oro con el bordado de la Virgen de Guadalupe.

Tarde intensa, llena de emociones y de mucho toreo la vivida en Gijón el día en el que Diego Silveti se convirtió en matador de toros. Sin pesarle la tarde, con las ideas frescas y muy metido en la corrida, toreó bien de capa al toro de la ceremonia, tanto de salida a la verónica, como en un ajustado quite por gaoneras. 

José Tomás, en presencia de Alejandro Talavante, le cedió espada y muleta, con el Toro de nombre Lisonjero 54 y Diego, entre una gran emoción, se marchó a los medios para brindar la muerte al cielo, en recuerdo de su padre, el Rey David, quien tanto hubiese disfrutado en una tarde como esta. 

Diego, molestado al principio por rachas de viento, se impuso en todo momento al animal, de buena condición, pero al que había que hacerle todo medido y con pulso. 

Muy templado por los dos pitones, su labor ganó en intensidad conforme fue avanzando. Hubo un par de tandas con la mano izquierda, muy asentadas y templadas, para rematar su labor con un puñado de ajustadísimas bernadinas. Pero un par de pinchazos previos a la estocada dejaron el premio en una ovación.

El segundo toro

Cuando sus dos compañeros de cartel ya habían demostrado su condición de grandes figuras, Diego volvió a manejar muy bien el capote en los lances de recibo, ganando terreno, cargando la suerte y meciendo los vuelos perfectamente. 

Tras un puyazo, quitó por saltilleras, ligadas a su vez a dos gaoneras y rematadas con una torera larga. El brindis al público y un emocionantísimo inicio con tres pases cambiados por la espalda, en los que se pasó al toro a centímetros, sirvieron de prologo a lo que vendría después. 

Una faena en la que arreó, pero siempre con cabeza e intentando hacer el toreo. Así surgieron varias series en redondo de poder y pulso, y especialmente algunas series de naturales muy pulseados y mecidos, embarcando perfectamente al toro desde el cite al remate. 

Ese toreo con la mano izquierda supuso un gran punto de inflexión en la faena, que caminaba para las dos orejas. Pero un nuevo fallo con los aceros de muerte le privaron de salir en hombros. La vuelta al ruedo fue muy emotiva y la despedida de la plaza igualmente.

El padrino y el testigo

José Tomás, que no tuvo ninguna suerte con su primero, cuajó una gran faena al sobrero que hizo cuarto, al que toreó de principio a fin con una temple, una profundidad y una despaciosidad tremendas. Soberbia faena también merecedora de las dos orejas, pero un espadazo bajo, previo a una estocada arriba, hicieron que el presidente se negara a concederle la segunda oreja.

Sí, las cortó Talavante del quinto, con el que se arrimó de verdad, dando una dimensión de figura muy importante. Sin dejarse ganar la pelea, el extremeño exprimió al toro con valor y recursos. Al final se marchó en hombros por la puerta grande.

Tarde emotiva y de mucho y buen toreo la de la alternativa de Diego Silveti, que demostró en un día tan importante sus muchas cualidades y sus ganas por abrirse paso. Su dinastía merece el esfuerzo. El camino ha comenzado.