Son tres minutos de éxtasis. La multitud recorre un trayecto de 849 metros por las calles de la ciudad hasta la plaza de toros. Detrás la persiguen decenas de animales embravecidos de media tonelada, que arrasan con todo lo que se cruza en su paso.

Siempre alguno de los participantes termina saliendo herido por alguna cornada. Pero en este octavo encierro, como se le llama a la corrida, las cosas se salieron de control.

Olivito, como se llama el toro de 595 kilos según Deia, enloqueció. Tras golpearse contra una pared y quedar herido, se la tomó con Jason Gilbert, un turista australiano de 26 años que había viajado especialmente para participar de las festividades.

Lo corneó una vez y lo llevó contra un muro. El joven logró escapar con la piel del muslo colgando producto de la perforación, pero Olivito lo siguió, dio vuelta la esquina y volvió a atacarlo contra un cerco de madera.

La policía y otros participantes intentaban rescatarlo, pero el toro seguía con su embestida. En total, recibió siete cornadas que podrían haber sido letales. Finalmente lograron pasarlo del otro lado y la bestia cambió de víctima.

"Corría por mi vida", contó Gilbert luego de pasar horas en el quirófano para curar sus graves laceraciones en el abdomen, el pecho y el muslo. El mecánico nacido en Adelaida terminó con un pulmón perforado y una costilla rota.

“Era la primera vez que participaba de una corrida de San Fermín y ahora puedo asegurar que fue la última”, concluyó.