El último 10 del balompié mexicano cuelga las botas; sí, un jugador polémico, dentro del campo como fuera de este. Puebla vio el ocaso de la carrera de un jugador con una picardía única, así como su carácter. Esa picardía tiene al equipo de La Franja a un paso de alzar su quinto trofeo de Copa.

La afición disfrutó de su juego, sin olvidar sus festejos, algunos grotescos, otros se convirtieron en auténticos iconos, los cuales emulan una infinidad de jóvenes cada fin de semana.

Cuauhtémoc Blanco sabe qué hacer con la pelota; es de aquellos jugadores atrevidos, en donde la improvisación de este guerrero oriundo de Tepito sirvió para dejar inolvidables jornadas y porque no armar trifulcas o sacar de quiso al rival en turno. 

Su estilo dio un giro a la figura del tradicional10; su trato al esférico no fue precisamente exquisito; sin embargo, fue un mago con el balón.

El 10 se forjó en el seno de Coapa; posteriormente, ese talante con el manejo del balón lo convirtió en un trotamundos, lo mismo vistió la casaca del Valladolid, en donde marcó uno de sus mejores de su carrera y fue en el estadio Bernabéu, y frente al Real Madrid, que en la MLS, con el Chicago Fire. 

Los años pasaron; sin embargo, en la memoria de la afición se encuentra tatuado el gol del 10 ante Bélgica en el Mundial de Francia 1998. Ese gol define a Cuauhtémoc.

Posteriormente, encontró en Puebla la plaza idónea para terminar su carrera. El otrora emblema del americanismo primero defendió los colores de los Lobos BUAP; posteriormente, se enfundó la casaca de La Franja. Su deseo de culminar su carrera en el máximo circuito del balompié nacional se cumplió, los López Chargoy confiaron en él. Hoy, el 10 los tiene a un paso de salvar una temporada de claroscuros y olvidar por unos momentos el problema del descenso. 

El Olímpico Universitario y el Cuauhtémoc fueron testigo de las últimas pinceladas que aún conserva el 10.

En sus últimos años, Cuauhtémoc fue un jugador revulsivo. Su estilo refrescó a un equipo huérfano de ídolos, salvo Alustiza, dirán algunos aficionados.

Ese es el 10, el mismo que anima a sus compañeros horas antes de enfrentar al llamado “rebaño sagrado” de Jorge Vergara.  “Le dije a los cabrones —sus compañeros— que me disfrutaran, que ya se les acabó”, fueron sus palabras previas al partido de la final de Copa.

Cuauhtémoc, en una de sus últimas entrevistas se dijo satisfecho y agradecido con la directiva y más con la afición, aquella que encontró en el 10 a un ídolo, a una figura a idolatrar. “Estoy agradecido con la afición de Puebla por el gran apoyo que me han brindado y a toda la afición que siempre ha estado en mi carrera en las buenas y en las malas, agradecerles por pagar un boleto e ir a verme jugar”.

Las envidias, el mal del futbol mexicano

En unas de sus últimas charlas con los medios de comunicación, como jugador activo, el 10 reconoció uno de los mayores problemas en el fútbol, las envidias. “Siempre he dicho que en el fútbol hay muchas envidas, así están las cosas”. Sin embargo, Cuauhtémoc las sorteó.
El 10 encontró en el Torneo de Copa el escaparate perfecto para despedirse, su juego fue decisivo para rescatar a una Franja alicaída por el problema del descenso.

El Puebla de Cuauhtémoc tendrá como rival a unas “rebosantes” Chivas, quienes se ufanan de ser superlíderes. El equipo de “El Chepo” de la Torre ahora aspira al doblete. El 10 lo sabe y no quiere retirarse con una derrota ante el equipo que por años aborreció cuando defendió al América

“Mañana es mi último partido, una final. El primer lugar es el que vale, es el que cuenta”,  dijo el mítico 10, quien a partir del miércoles gambeteará en un desconocido terreno, la política.

Cuauhtémoc se va —de momento, su sueño es convertirse en director técnico—, es un ídolo, quizás uno de los más grandes, y es el último 10 del balompié nacional.