En el país, el matrimonio infantil se mantiene con una práctica vigente en algunas comunidades rurales e indígenas en México, lo anterior sin desestimar su posible comisión en zonas urbanos, revela un estudio del Observatorio de Violencia Social y de Género (OVSG) del Instituto de Derechos Humanos Ignacio Ellacuría de la Ibero Puebla.

Esos actos, revela el Observatorio, se reproduce en ámbitos familiares a partir de un acuerdo entre ascendientes y sin la voluntad y consentimiento de la menor de edad en que el matrimonio se efectúe.

La instancia de esa casa de estudios jesuita, a cargo de Ana Gamboa Muñoz, reveló que de acuerdo con estadísticas de Save the Children, si no hay reducción de esta práctica, serán 1.2 de billones de mujeres para el 2050 se habrán casado en la niñez, en todo el mundo, lo que equivale a la población entera actual de la India.

Revela que, el intercambio de mujeres es una forma abreviada para expresar que las relaciones sociales de un sistema de parentesco especifican que los hombres tienen ciertos derechos sobre sus parientes mujeres.

Asimismo, indica que las mujeres no tienen los mismos derechos ni sobre si mismas ni sobre sus parientes hombres.

Asimismo, la justificación de los tipos de violencia en el ámbito familiar en ocasiones se relacionan con los estilos de crianza, pero la educación se convierte en un redoctrinamiento autoritario, de dominación y sometimiento.

Se entiende, dice el estudio, como una relación asimétrica donde no se consideran los derechos humanos de las niñas, niños y adolescentes, sobre todo en un contexto en el que, en América Latina, el uso de la violencia física como práctica de crianza sigue siendo una forma culturalmente aceptable de disciplina.

El uso de la violencia física como práctica de crianza continúa siendo una forma culturalmente aceptable de disciplina que debe modificarse porque atenta, entre otros, contra los derechos a vivir en condiciones de bienestar, a un sano desarrollo psicofísico, a ser protegido en su integridad, en su libertad y contra el maltrato y abuso sexual.

Además, distinguir y desagregar la violencia de género en niñas y adolescentes, permite evidenciar las necesidades que tiene este grupo etario en cuanto atención y prevención de la violencia.

“Es necesario considerar que la etapa de desarrollo en la que se encuentran las niñas y adolescentes es determinante para generar las acciones y medidas que se tienen que acatar para erradicar este tipo de violencia”.

Y es que, cuanto más adversas son las experiencias durante la niñez, mayores las probabilidades de retrasos en el desarrollo y de posteriores problemas de salud, como las enfermedades cardíacas, la diabetes, las toxicomanías y la depresión.

Las investigaciones también indican que si los niños entablan desde muy temprano en sus vidas relaciones con adultos que les cuiden, les den apoyo y respondan a sus necesidades, se pueden prevenir o revertir los efectos perjudiciales del estrés tóxico.