México más del 80 por ciento de la población vive en ciudades, con lo que podemos observar con preocupación los efectos negativos del constante crecimiento, donde el espacio urbano se ha convertido en una mercancía.

A decir del urbanista de la UPAEP, Octavio Flores Hidalgo, el paso de lo rural a lo urbano es el resultado de la dinámica económica que es mucho mayor en las ciudades y más aún en las metrópolis.

Y es que, ahí, mientras ofrezcan una mejor infraestructura y servicios, sumando la especialización, será mayor su Producto Interno Bruto (PIB), por lo tanto, es mejor no regularlas para que las reglas del mercado determinen su comportamiento en una suerte de oferta y demanda.

El problema es que eso permite establecer las bases para tener territorios cada vez más competitivos y con ese afán entrar en una situación perversa que ha puesto en riesgo la calidad de vida al incrementarse el nivel de gasto.

Pero también se aumenta la polarización social, los altos costos en movilidad, así como en el deterioro de los recursos ambientales con la escasez de agua y una demanda mayor de energéticos y de aire.

El resultado de todo eso, dijo Flores Hidalgo, es tener un suelo cada vez más contaminado, con regiones ganadoras las menos y regiones perdedoras las más, con centros dominantes y poblaciones sometidas.

En las ciudades actuales no existe planeación, no es adecuada, no hay regulación y por eso, la ciudad es un caos sin control alguno y prueba de ello es que en el día a día vivimos una serie de desatinos y situaciones que hacen complicada la convivencia urbana.

Sin embargo, en algunos casos, sí hay suficiente planeación incluso muy abundante, en algunos casos desactualizada, ignorada en su mayoría, trunca en su aplicación o presa para legitimar los intereses de algunos pocos sin conciencia del bien común.

Por eso, dijo el profesor de la Facultad de Arquitectura de la UPAEP, se convierte en una herramienta para justificar lo que ya se ha estado dando, principalmente al fomentar una política de crecimiento disfrazado de progreso, que en los sesenta era adecuado, pero ahora es insostenible.

“Mucho se ha dicho que tenemos planes de altísima calidad generalmente guardados en el escritorio, que bien intentan afrontar los nuevos retos, pero el comportamiento real es de privatizar el territorio y de estatizar los servicios", dijo Octavio Flores.

Por ejemplo, señaló el caso de los desarrollos inmobiliarios que segmentan la ciudad no sólo incrementando las diferencias económicas sociales sino haciéndolas drásticamente más notorias espacialmente.

En ese contexto, lo que obtienen altos beneficios económicos son los desarrolladores y grandes gastos administrativos del erario, por el municipio o el Estado en el suministro de servicios e infraestructura en esos desarrollos.

Con lo anterior, ponen en riesgo otros sectores urbanos menos favorecidos, algunos de ellos ya en franco abandono y polarizados.