Atrás quedaron el conteo, las chanzas, las bromas, los tours del acábatela-completita-antes-de-que-ora’-si-se-te-acabe, el hashtag #FindelMundo y las fotos de Chabelo post… pos’ todo.

Pero también atrás quedó el cus-cus colectivo.

El “¿y si es cierto que sí se acaba el mundo?”

El involuntario escalofrío que recorre la espalda.

Las despedidas veladas del “por si no te vuelvo a ver”.

Las “sesudas” (y científicamente indemostrables) polémicas sobre la probabilidad “real” (¿existe eso?) de que el mundo, el planetita Tierra quedara hecho pomada de La Campana por… lo que sea que pueda borrarnos de la existencia universal de un plumazo.

También quedaron en el olvido los ojos enrojecidos, la boca seca, pastosa y la nausea vaga de quienes se fumaron un carrujo de marihuana, con todo y uñas, pues “por si se va a la chingada el mundo, por lo menos que me agarre feliz”.

Los ojos enrojecidos, la boca con sabor a peso de cobre revolucionario y el dolor de cabeza de quienes se bebieron todo el alcohol de la despensa, con todo y caña, pues “por si se va a la chingada el mundo, por lo menos que me agarre feliz”.

En efecto, no terminó el mundo en ninguna de sus varias y sabrosas formas.

El fin del baktún 13 fue inevitable, y el inicio del 14… también.

Reinicio con new age de fondo

En el basamento piramidal de Cholula este 21 de diciembre se reunió como cada cambio de estación, como cada cambio de año, como cada “fin” o “inicio” del mundo, la gente del lado positivo que basada en una serie de ritos, danzas y tradiciones pretende cargarse de energía para comenzar la estación, el año, el reinicio del mundo… lo que sea, el chiste es llenarse de buena vibra, de nueva energía con las alineaciones planetarias, las conjunciones espaciales, los eclipses, o la ausencia de éstos.

Desde temprano desfila una verdadera (¡esa sí!) conjunción de personas que profesan siguiendo a pie juntillas una serie de cosmovisiones, ideales o versiones existenciales que los estudiosos clasifican en un mismo saco denominado genéricamente New age. “Guerreros” y “bailarines” aztecas, integrantes de la “Hermandad Blanca” vestidos con capones y capuchas blancas (incluidas, como no, las espada) como templarios desteñidos o miembros del Ku Klu Klan pero “buena onda”; incluso hay uno que otro chamán padrotín que a cambio de una módica cantidad limpia y alinea los chacras.

Y al ritmo de las “voluntarias” y “voluntariosas” cooperaciones, de la música, de los aromas del incienso, del copal, de los cánticos y el yoga extra extra light, hay quienes depositan la fe, la esperanza, el conocimiento en ese conglomerado de creencias y técnicas variopintas.

Donde “aztecas”, “caballeros de la fe” y simples practicantes buscan lo que todos: el sentido de la vida.

No importa que se acabe en 10, 100 o mil años.

El chiste es celebrarlo.

Tenga, o no, vibra. O alcohol.