“Esa de allá es una fresita, es mi sobrinita, la más chiquita”. Karol es una jovencita de unos 12 años que con orgullo sale del patio de su casa donde hay dos perros y nos cuenta que la fachada incluye los dibujos que ella misma realizó para retratar a su familia. Este de acá, dice mientras señala una imagen que pareciera un átomo, son mi mamá y a mi abuela, son como unas flores “y están muy unidas”.

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En el mural, donde resalta el naranja, ella es un libro que si se mira desde el lomo, la imagen se convierte en una mariposa. Dagoz, el autor de la obra, insistía en retratarla como una criatura con alas blancas, pero ella se aferró a ser un libro “porque me gusta mucho leer”.

Con el cabello suelto, uniforme del colegio y alentada por su padres, Karol M., toma el altavoz para hacer que las miradas lleguen al otro extremo del mural. Allá están dos rectángulos muy iguales, esos son sus tíos, dice. Después de ver las caras de cuestionamiento de sus interlocutores, se resigna y explica. 

“Son iguales porque ellos dos se ayudan mucho, en todo, son muy unidos”. Ella no lo sabe, pero esa sencilla explicación ha roto las cadenas de un antiguo pensamiento social. La obra que está a la vista de todos y además se puede apreciar en 3D, representa la equidad de géneros en el núcleo de la sociedad, en una familia. 

A eso le apuestan el Colectivo Tomate y su patrocinador Comex, a romper con los paradigmas y reducir la violencia de las comunidades a través del llamado Muralismo Social. El proyecto realizado durante este verano se tituló Ciudad Mural Cholula, fue inaugurado a finales de septiembre en Santa María Xixitla y no es el primero que llevan a cabo en el estado. 

En noviembre de 2014, Colectivo Tomate fue invitado por el Ayuntamiento de Xicotepec de Juárez a realizar un ejercicio de Ciudad Mural alrededor de la Xochipila, así, 30 murales cuentan las historias de un Pueblo Mágico enclavado en la Sierra Norte.