Este último domingo del tiempo ordinario celebramos a Jesucristo Rey del Universo. Esta solemnidad fue instituida recientemente por el Papa Pio XI en el año 1925. Con ella tiene sentido la consumación del plan de Dios al final de los tiempos. 

Celebramos al Rey del Universo, como el principio y el fin. Cristo reina en la comunidad dándonos a conocer sus planes de un reino de justicia y de servicio que culmina en el Amor.

Hoy la liturgia nos presenta en las lecturas el anuncio de las realidades escatológicas, es decir, aquellas cosas que vendrán luego de nuestra muerte y el final de la historia de la humanidad.

Ezequiel en el año 586 a.C. ante los acontecimientos de la caída de Jerusalén debe abrir nuevos horizontes al pueblo descorazonado. Le recuerda que ¡nada se ha perdido! 

Al contrario, ahora se abre el porvenir. ¿Se han derrumbado las falsas ilusiones? ¡Mejor! Así será posible un nuevo amanecer, sin ilusiones o intereses personales; Yahveh quiere lo mejor para su pueblo.

De una manera hermosa el profeta describe que es un tiempo favorable para poner al descubierto a los responsables de las desgracias del pueblo. 

Los jefes de Israel han sido malos pastores que sólo pensaban en aprovecharse del rebaño y lo abandonaron en el peligro. La esperanza es que Yahveh sea el Pastor de su rebaño. 

Él suscitará a un verdadero Pastor. Aquel día se establecerá la Nueva Alianza con su pueblo. Habrá paz y bonanza.

Pastor de Israel

El Salmo 22 nos recuerda que Yahveh es el Pastor de Israel. Jesús de Nazaret hace suya esta bella imagen del Buen Pastor, que la encontramos repetidas veces.

De una manera muy realista el autor del Evangelio de Mateo, pone en labios de Jesús los criterios con que se juzgará la vida de los hombres. 

El Señor identificándose con los miembros más humildes de su Iglesia, retribuirá a cada uno su solidaridad con ellos.

Recordemos que el amor al prójimo permite distinguir entre el amor a Dios y el que sólo es apariencia. Al final de los tiempos se nos juzgará en el amor, dice San Juan de la Cruz. Quien no ama al hermano a quien ve, que se expresa con obras concretas de caridad, miente si dice que ama a Dios. 

Por eso hoy San Pablo nos recuerda que El Resucitado va delante de la larga procesión de los hombres subiendo hacia Dios, después de haber vencido a los poderes del mal y habiendo cumplido la voluntad del Padre sirviendo de una manera incondicional a los más necesitados.

Jesús nos recuerda en su Evangelio que los que se olvidaron de los más necesitados irán al castigo eterno, y quienes se solidarizaron con los más necesitados irán a la vida eterna.

No se nos olvide que el lugar del castigo eterno es la separación definitiva de Dios y la vida eterna es la comunión eterna de amor con Dios y todos los que son de Dios.