Desde el cantar del gallo, al interior de la Villita llegaron a cantarle y a rezar a la Virgen de Guadalupe. Entre música y flores transcurren las horas del día. Las calles aledañas al Paseo Bravo, como la Avenida Reforma, se encuentran cerradas. Ahí se instalaron toda suerte de puestos de comida, de souvenirs y de artículos alusivos al día guadalupano.

La devoción mariana motiva a los visitantes, feligreses y familias de todas las edades que conservan su fe y la esperanza en un mejor año y para salir adelante. 

Después de un año de espera por el comienzo de la pandemia Covid-19, los poblanos regresan con fe renovada al templo de Nuestra Señora de Guadalupe en la Avenida Reforma.

La Villita luce en su interior renovada con ese fervor. Antes de entrar a la iglesia se reparte gel sanitizante. La iglesia aparece con mayor orden puesto que no está saturada. Se ha cuidado que haya espacio suficiente y no hay congestión de personas en la entrada.

Los feligreses cumplen con las normas. Utilizan cubrebocas y guardan la fila sin apelotonarse

Algunas mujeres llegan con sus hijos de brazos. Otras mujeres llevan a sus madres mayores de edad tomándolas del brazo.  

Muchos dicen que gracias a Dios y a la Virgen de Guadalupe la pandemia da oportunidad de regresar caminando largas distancias de diferentes juntas auxiliares.

Los devotos piden para que la pandemia se aleje de sus familias, muchos recuerdan a sus seres queridos que murieron por el SARS-CoV-2. 

La fila da la vuelta a la manzana

La devoción continúa entre los san dieguitos con sus tilmas, y ahora en lugar de sus bigotes delineados en el rostro, los llevan cubrebocas.

Las familias llevan sus cuadros con las imágenes de la virgen del Tepeyac y realizan alguna breve oración después de santiguarse.

Desde pequeños se forja la fe en la tradición guadalupana. Es un domingo de fe y luego de la visita a la villita, la vendimia en la calle. Globos, juguetes, memelas, fritangas, nieves, y una diversidad de comida y aguas frescas.