La renta de sillas para ver el desfile del 5 de mayo, fue un “negocio redondo”, pues debido a que Gobernación no puso un tope para el alquiler, los vendedores informales “hicieron su agosto”. De la misma forma, el control sobre los ambulantes fue nulo, por lo que aprovecharon para vender sus productos sin regulación alguna.

El costo por silla dependió de la zona; entre más cerca de plaza Dorada fue más caro. Los precios oscilaron entre 150 y 200 pesos, dependiendo si eran en primera o segunda fila, mientras que a la altura del Centro de Convenciones el cobro fue de 60 a 100 pesos, y al final el pago fue de 10 pesos en bancas de madera.

Las personas que alquilaron las sillas tuvieron que pagar 18.61 pesos por cada una a Gobernación, aunque ellos decidieron a qué precio las rentarían, tal y como lo aseguró Pablo Montiel Solana, secretario del área.

El alto costo del alquiler de sillas no causó sorpresa, señaló María Reynosa, quien no se pierde el desfile desde que era niña, pues año tras año se comete el mismo abuso y la gente y el gobierno lo permite.

De la misma forma opinó Martín Juárez, al asegurar que ya no es novedad el alto costo por las sillas, “así como el desfile es tradición, el costo de las sillas también; ya para qué enojarse”.

Sin embargo, no faltaron los asistentes inconformes, quienes sentenciaron que no se vale que lucren con la calle, ya que si el evento es público las autoridades deberían otorgar las condiciones necesarias para que sea gratuito, “no todos tenemos dinero para pagar lo costoso de las sillas, que no permitan la renta”, afirmó Guadalupe Flores.

Antonio Hernández reconoció que por el excesivo costo de las sillas pagó 40 pesos por persona para sentarse en el capacete de un microbús, aunque le salió más caro porque tuvo que comprar dos banquitos de 70 pesos para tener mejor altura.

Asimismo, Nidia Corona comentó que ella se subió en la parte interna del microbús “porque había sombra, para habilitar más asientos, los dueños del transporte pusieron tablas entre las butacas y de esta forma ganaron más dinero; no se veía bien, pero había sombrita”.

El dolor de cabeza

Tal y como lo comentó el secretario de Gobernación, Pablo Montiel Solana, los ambulantes no estuvieron regulados. Pese a que aseguró que sería el mismo día del desfile cuando les cobrarían la cuota para permitirles hacer sus ventas, comerciantes de diferentes puntos —desde bulevar Valsequillo hasta bulevar 5 de Mayo— aseguraron que nadie de Vía Pública les pidió permiso para vender.

Sin embargo, hubo vendedores que no quisieron arriesgarse y un día antes acudieron a Gobernación a pagar su permiso; tal fue el caso de Helados y Nieves Hernández, quienes cubrieron la cuota de 50 pesos por vendedor y 100 pesos por establecer su carrito.

Por su parte, la señora Lety —quien vendió agua— afirmó que a los vendedores que no estuvieron fijos, sino que ofrecían sus productos a lo largo del desfile, no se les cobró cuota, “nos dijeron que nosotros nada, pero los fijos sí pagaron cien pesos”.

Pese a que Gustavo Ariza Salvatori, director de Protección Civil afirmó que realizaron un rondín para quitar a los vendedores que tuvieran tanques de gas para evitar riesgos, la señora Petra —vendedora de memelas a la altura del bulevar Sánchez Pontón— afirmó que nadie le dijo nada, únicamente pagó su permiso de 80 pesos al área de Vía Pública, “vinieron a cobrar y no dijeron nada”.

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Los incidentes

Gustavo Ariza Salvatori, director de Protección Civil, hasta el término del desfile reconoció seis desmayos por golpe de calor, y sólo una persona fue trasladada al ISSSTE para ser atendida.

La constante problemática —aseguró— fueron las riñas entre las personas, quienes no respetaron los lugares. Por otro lado, argumentó que desde temprana hora del jueves montaron un operativo para revisar gradería, sillería y puestos con tanques gas para evitar accidentes en el desfile.