El responsable para las migraciones del Vaticano, Antonio Maria Veglió, rechazó el cierre de las fronteras a los refugiados y llamó a los países del mundo a garantizar los derechos de ese grupo social.
En declaraciones a la Radio Vaticana, el prelado pidió a todas las naciones actuar de acuerdo con la Convención de 1951 que prevé asistir a quienes lo necesitan, acogerlos y tratarlos como a los propios ciudadanos.
El presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes expresó su preocupación por los niños que se encuentran en los campamentos de refugiados, muchos de los cuales no conocen otra realidad porque han nacido y se han criado allí.
Puso como ejemplo los campos en Tailandia, donde más de 50 mil personas viven en esas condiciones desde hace 20 años o en el este de la República Democrática del Congo, donde existen más de un millón 700 mil personas desplazadas por la guerra.
“En los últimos 12 años, debido a la continua violencia militar, cinco millones y medio de personas han muerto y muchas mujeres han sido violadas (en ese territorio africano)”, lamentó.
Calificó como “un desafío” la situación del norte de Africa, especialmente en Túnez, Egipto y Libia, donde la llamada “primavera árabe” ha expulsado a millones de personas.
“Túnez ha acogido medio millón de personas, de las cuales 290 mil son libias. Egipto ha acogido 340 mil, de las que 160 mil provienen de Libia”, precisó.
“Más de un millón de personas ha abandonado el territorio libio. En Italia han llegado 15 mil libios solicitantes de asilo, lo que no debería ser un problema”, apuntó.
Con esas palabras el funcionario vaticano se refirió a los constantes desembarcos de inmigrantes clandestinos en el sur de Italia, los cuales han provocado una crisis diplomática en la Unión Europea por la insistencia de Francia y Alemania de no acogerlos.
Según Veglió algunos países del norte de Europa han solicitado que los refugiados permanezcan en Africa, pero aclaró que eso mismo está ocurriendo, mientras son una minoría quienes intentan escapar a bordo de balsas que con frecuencia se hunden y les hace perder la vida.
“Hoy en día, con la disponibilidad de sofisticados medios electrónicos, la Unión Europea debería ser capaz de controlar dichas embarcaciones y alcanzarlas para prestarles ayuda, incluso antes de que se encuentren en dificultad, rozando la tragedia del naufragio”, reclamó.