El pasado 4 de febrero y ante la mirada atónita de muchos astrónomos, se produjo una pequeña "lluvia de estrellas" (en la imagen) que nadie esperaba ver. No fue gran cosa, pero constituyó igualmente una sorpresa mayúscula, ya que no estaba prevista. Ese tipo de fenómenos suele producirse cuando la Tierra se cruza con el rastro de polvo y pequeñas piedras dejado por la cola de un cometa, cosa que sucede periódicamente y en fechas muy concretas y conocidas.
Pero no hay ningún cometa, que se sepa, cuyo rastro crucemos el 4 de febrero... ¿De dónde procedían entonces las partículas de polvo que causaron la lluvia de estrellas del 4 de febrero? Hace apenas unas horas, investigadores del Instituto SETI y el centro Ames de Investigación Espacial de la NASA han anunciado que puede tratarse del rastro de un cometa hasta ahora desconocido. Un cometa que, además, podría constituir una seria amenaza para la Tierra.
Las estrellas fugaces del pasado 4 de febrero llegaron hasta nosotros desde la dirección en la que se encuentra la estrella Eta Draconis, por lo que la lluvia fue llamada FEDs (February Eta Draconis). Los fragmentos con los que se cruzó ese día nuestro planeta tienen todo el aspecto, según los investigadores, de haber sido "sembrados" por un cometa de periodo largo, es decir, con una órbita tan excéntrica que solo pasa cerca del Sol cada mucho tiempo.
Esta clase de objetos son muy difíciles de detectar, a no ser que se divisen cuando se encuentran cerca del astro rey, cuya radiación provoca un deshielo parcial de su superficie que a veces se aprecia como una larga cola. Sin embargo, durante la mayor parte de sus largas órbitas, los cometas, rocas heladas y oscuras, son prácticamente indetectables. Y eso es algo que en este caso concreto preocupa mucho a los astrónomos.
Posibilidades de colisión
"Si los meteoroides (las partículas de polvo de su cola) han podido alcanzarnos, también puede hacerlo el cometa", asegura el descubridor de la lluvia de meteoritos del 4 de febrero, Peter Jenniskens, del Centro Ames, de la NASA. "No sabemos si el cometa ha pasado ya o si se está aún aproximando a nosotros". Dicho lo cual, Jenniskens se apresura a decir que, de todas formas, las probabilidades de una colisión son "muy remotas".
Jenniskens es el responsable del proyecto CAMS (Cameras for Allsky Meteor Surveillance), un programa de vigilancia del cielo que monitoriza con videocámaras la región de la Bahía de San Francisco y cuyo objetivo principal es, precisamente, el de realizar un "mapa" de las diferentes lluvias de meteoritos. Fue con estos instrumentos con los que el astrónomo localizó la extraña lluvia y contó hasta 64 meteoriodes diferentes el pasado 4 de febrero.
Nada se sabe del cometa que provocó esa lluvia. Podría haber pasado cerca del Sol hace algunos cientos o incluso varios miles de años. O podría estar aún aproximándose a nuestro planeta. Lo que está claro, es que por lo menos durante su última visita se adentró hasta el corazón del Sistema Solar y dejó un rastro que cruza la órbita de la Tierra. "El rastro de polvo siempre ha estado ahí -explica Jenniskens- pero es prácticamente invisible mientras está fuera del camino de la órbita terrestre. Sólo cuando cruzamos ese rastro podemos saber que está ahí".
Ahora bien, ¿dónde está ese cometa? ¿Cada cuanto tiempo pasa cerca de la Tierra? ¿Representa algún peligro para nosotros?Junto con el astrónomo finlandés Esko Lyytinen, Jenniskens ha intentado averiguar cuándo FEDs podría tener el siguiente encuentro con la Tierra. Y los cálculos arrojan dos fechas posibles, en 2016 y en 2023. Después de ese año no volveremos a cruzar el rastro del desconocido cometa hasta por lo menos el año 2076.
En todo caso, la próxima vez que ocurra ya no pillará a los astrónomos por sorpresa. Y será entonces cuando puedan estudiar el rastro con más detalle y buscar alguna información que nos permita localizar al cometa que lo dejó y comprobar, al mismo tiempo, si entraña algún peligro para nosotros.