Hoy fue el turno de los médicos para manifestarse frente a la oficina del primer ministro en Jerusalén, en un acto que viene convirtiéndose en rutina desde hace 10 días, cuando estallaron las primeras protestas por parte de un pequeño grupo de jóvenes que se asentaron en la principal avenida de Tel Aviv para exigir vivienda digna.
A esos jóvenes se han ido sumando otros miles en la mayoría de las ciudades del país, y las protestas de otros grupos como los médicos, las madres trabajadoras y los psicólogos.
Todos ellos pertenecen a una clase media trabajadora que ha visto como el creciente precio de la vida en Israel y el congelamiento de salarios los ha ido relegando en las jerarquías socioeconómicas y haciendo su vida cada vez más difícil.
La Asociación Médica de Israel informó que la intención de los manifestantes que llegaron hoy a Jerusalén es entregar el domingo a Netanyahu un petición firmada por miles de facultativos para que “salve el sistema de salud” y resuelva la tremenda escasez de médicos y las extremas horas de trabajo por salarios injustificables.
Emulando a los jóvenes que piden vivienda digna, el presidente de la Asociación, Leonid Edelman, en huelga de hambre desde el lunes, aseguró que ni él ni los que lo acompañan piensan abandonar la entrada a la oficina de Netanyahu hasta que se resuelva su problema.
Las negociaciones para mejores condiciones salariales y de trabajo entre el gobierno y la Asociación están bloqueadas desde que hace una semana los médicos residentes sabotearon un acuerdo que ya estaba a punto de ser firmado porque se veían perjudicados.
“Mientras los médicos no vean una oferta de más dinero no habrá ninguna resolución”, aseguran fuentes próxima al diálogo.
El jueves los médicos bloquearon la principal carretera entre Tel Aviv y Jerusalén con sólo caminar por los andenes, mientras que en otras ciudades se producían concentraciones de protesta frente a los hospitales.
La expansión de las protestas ha comenzado a preocupar seriamente al gobierno, que el domingo estudiará en su sesión semanal la problemática surgida a raíz de las quejas de numerosos ministros.
“La protesta es justa y dolorosa, el invierno no hará huir a los manifestantes”, dijo el ministro del Interior, Eli Ishai, líder de Shas, uno de los dos partidos aliados de Netanayhu más importantes en el gobierno.
Por su parte, el de Turismo, Stas Miseshnikov, del partido Israel Beitenu, sostuvo al referirse a las promesas del primer ministro de construir apartamentos accesibles que “la vivienda no resolverá el problema, la vida de la clase media se ha vuelto insoportable”.
En un acto de reto a la población para solicitarle paciencia y realismo, la oficina del primer ministro presentó públicamente la “factura” de todas las demandas de los manifestantes, que asciende a unos 60 mil millones de shékels (17 mil 500 millones de dólares), de ser satisfechas en su totalidad.
El gobierno israelí no dispone de esas sumas para afrontar las demandas, y con ello Netanyahu ha querido frenar a sus ministros que poco a poco van sumándose e identificándose con los manifestantes.
Según el diario Yediot Aharonot, los ministros han pedido a Netanyahu que “escuche a la calle”, y uno de su propio partido Likud llegó a decirle que “no sabe por dónde va la camilla”, en alusión a una frase del primer ministro en la que pidió ayuda a todos los miembros del gabinete para “cargar la camilla en estos momentos que pesa tanto”.
La situación del jefe del gobierno parece empeorar con las amenazas de la sindical obrera de sumarse a las protestas si no ve una acción enérgica para mañana sábado por la noche, cuando hay convocadas seis nuevas manifestaciones populares.
“Será un sábado para no olvidar”, aseguran los organizadores.