Según cifras oficiales, al menos 43 personas murieron durante el pasaje de Irene por Estados Unidos, ocho de ellas en Nueva York, siete en Nueva Jersey y seis en Carolina del Norte, donde Irene tocó tierra el sábado con vientos superiores a los 140 km/h.
El huracán ya era responsable de cinco víctimas mortales en el Caribe antes de tocar territorio de Estados Unidos y se le atribuye también otra muerte en Canadá, la número 49, antes de extinguirse el martes.
A los dos días de su paso, miles de familias siguen esperando ansiosamente la llegada de la guardia nacional y de los bomberos con agua y alimentos después de que sus pueblos quedaran inundados.
Alrededor de Wilmington, en el estado de Vermont, la ruta principal está obstruida por el barro. Numerosas carreteras están imposibles de usar después de que Irene dejara caer el equivalente a dos meses de lluvia (210 mm) en sólo 24 horas.
"El problema es la inaccesibilidad", explicó el jefe de las operaciones de emergencia, Dave Miller. Sus equipos siguen extrayendo vehículos de las aguas embarradas y quitando los árboles de las vías públicas, que en su caída arrastraron también las líneas eléctricas.
La ayuda de urgencia debe ser distribuida en muchos lugares en barco o por aire.
La situación es la misma en varias regiones de los estados de Nueva Jersey y Nueva York, donde varios centros comunitarios y escuelas fueron transformados en refugios.
En Paterson, en New Jersey, los equipos con lanchas no cesaban de rescatar y evacuar gente después de que el río Passaic subiera cuatro metros, a su mayor nivel desde 1903.
"Hay unas 500 (personas rescatadas) y la cifra está subiendo", dijo el sargento Alex Popov a la CNN. "Estamos tratando con gente mayor, familias, niños pequeños y animales domésticos".
La secretaria de Seguridad Interior, Janet Napolitano, y su par de Agricultura, Tom Vilsack, visitaron este martes Virginia y Carolina del Norte para evaluar los daños.