Esto en su carta apostólica “Porta fidei” (la puerta de la fe), en la cual explicó las razones que lo llevaron a convocar el “Año de la fe”, que anunció oficialmente la víspera y que se extenderá del 11 de octubre de 2012 al 24 de noviembre de 2013.
Con esa iniciativa el pontífice decidió afrontar la crisis espiritual que caracteriza la sociedad moderna, forzando una nueva reflexión no sólo dentro de la Iglesia católica.
En la carta apostólica el líder religioso aseguró que los fieles deben “redescubrir el camino de la fe” para recuperar la “alegría y el entusiasmo” en su vida religiosa.
“Sucede hoy con frecuencia que los cristianos se preocupan mucho por las consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso, al mismo tiempo que siguen considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida común”, afirmó.
Empero advirtió que actualmente la creencia religiosa no sólo no aparece como algo natural, sino que incluso es frecuentemente negada.
“Mientras que en el pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas”, dijo.
Por ello se mostró convencido sobre la necesidad de un mayor compromiso eclesial en favor de una “nueva evangelización”, para descubrir la alegría en el creer y encontrar el entusiasmo para comunicar la propia religión.
Además, expresó su deseo porque esa iniciativa reavive el interés de los fieles por confesar sus creencias en plenitud, con renovada convicción, confianza y esperanza, para que nadie se vuelva “perezoso en la fe”.
En la carta, de unas 19 páginas de extensión, Benedicto XVI recordó que la Iglesia católica ya vivió un “año de la fe”, convocado en 1967 por el Papa Pablo VI.
Invitó a celebrar esta nueva edición “de manera digna y fecunda” el próximo año, recitando públicamente la oración del “credo” en las comunidades religiosas, las parroquias y todas las realidades eclesiales o profesando la fe en catedrales, iglesias, casas y familias de todo el mundo.
Pidió no olvidar que muchas personas, aún no reconociendo en ellos el don de la fe, buscan con sinceridad el sentido último y la verdad definitiva de su existencia y del mundo.
Según el Papa esa búsqueda es un “auténtico preámbulo” de la fe, porque lleva a las personas por el camino que conduce al misterio de Dios.
“La fe está sometida más que en el pasado a una serie de interrogantes que provienen de un cambio de mentalidad que, sobre todo hoy, reduce el ámbito de las certezas racionales al de los logros científicos y tecnológicos”, reconoció.
“Pero la Iglesia nunca ha tenido miedo de mostrar cómo entre la fe y la verdadera ciencia no puede haber conflicto alguno, porque ambas, aunque por caminos distintos, tienden a la verdad”, estableció.