El agua ha invadido el norte de las pistas y se han averiado las luces del segundo aeropuerto de Bangkok, Don Mueang. Por razones de seguridad y sin luces, Doing Mueang ha sido cerrado y Bangkok sólo queda ahora con el gran aeropuerto de Suvarnabhumi protegido por diques de más de tres metros. Pero el agua está llegando a carreteras y autopistas que rodean las instalaciones.

El Gobierno ha rechazado la oferta de la Marina de los Estados Unidos que mandaba un portaviones nuclear desde Washington con 5.000 hombres y cuatro buques de guerra rumbo a Bangkok. Las instalaciones sanitarias, la planta potabilizadora (un millón y medio de litros de agua al día), los hangares para acoger refugiados, los cientos de vehículos anfibios, sus existencias de comida, las medicinas... Todo ha sido rechazado por un mal entendido orgullo nacional. El temor a "lose face" (hacer el ridículo) ha sido superior a la inminente necesidad de esta gran ayuda.

Desde el 27 hasta el 31 de octubre serán vacaciones oficiales en Bangkok y en las 20 provincias inundadas. Las vacaciones escolares se han prorrogado. No se ha decidido aún qué hacer con los centros financieros, los bancos y la Bolsa. Más de 150 gasolineras están cerradas. Los estantes de los supermercados han quedo vacíos. Los hoteles ofrecen grandes descuentos hasta el día 15 de noviembre para los damnificados. En el norte se están confeccionando más de mil balsas de bambú para ayudar a las gentes de Bangkok.

Bangkok está sólo a un metro sobre el nivel mar. La pleamar que se espera entre mañana y el jueves con su probable metro y medio impedirá que los ríos desagüen haciendo aún más grave la situación. El próximo fin de semana será el caos total de una ciudad de más de diez millones de habitantes totalmente bajo las aguas, sin comida, sin carburante, quizás sin electricidad y con millones de damnificados.