Segovia (Valencia, 1927) admiró a poetas franceses como Gerard de Nerval, se midió con Juan Ramón Jiménez y Luis Cernuda, compatriotas y exiliados como él, y mantuvo una duradera amistad con el Nobel mexicano Octavio Paz.
"Considero que soy un desarraigado. Me desarraigaron, porque yo era un niño. De eso no culpo a nadie, es un destino", dijo Segovia en 2005, recién galardonado con el XV Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe "Juan Rulfo", hoy conocido como Premio FIL en Lenguas Romances.
El poeta se refería así a su infancia truncada por la Guerra Civil española (1936-1939), que forzó la salida de su familia de España y su llegada a México en 1940.
Con 16 años comenzó a escribir poemas, la actividad por la que más se le ha reconocido, a pesar de contar además con ensayos, cuatro novelas inconclusas y una obra de teatro, "Zamora bajo los astros" (1959).
También se dedicó al cine, a la radio, a la traducción y corrección de textos, así como a la difusión cultural en México, donde pasó la mayor parte de su vida.
Enemigo de etiquetas como la de "exiliado", Segovia mantuvo en vida una visión mucho más profunda de las vivencias que jalonaron su existencia y hablaba de sí como un poeta hijo de su propia experiencia, "individual y personal", cuya obra se centraba en "el hombre en general".
Aunque muchos veían un exilio o desarraigo como una carencia, Segovia sostenía que esa circunstancia indisociable de su vida le había permitido mantener una visión crítica de algunos fenómenos, como el religioso, considerados el prototipo de identidad en nuestro tiempo.
El crítico Christopher Domínguez Michel ha escrito de Segovia que fue un autor que consideraba la poesía, más que un oficio, una actividad de índole artesanal, en la que lo fundamental era el dominio de la métrica.
Sus versos giraban en torno al "día, la luz, las estaciones" y, por encima de todo ello, sobre la mujer como la "suprema experiencia" de un poeta.
Admiraba al pintor y poeta español Ramón Gaya (1910-2005), leyó con atención a Claude Levi-Strauss (1908-2009), fundador de la antropología estructural, y fue un crítico de los postestructuralistas.
Como el mexicano Octavio Paz, creía que "sólo a través de la poesía (y de la política del espíritu a la que esta se asocia en el romanticismo) la historia podía finalizar y ceder, al menos figuradamente, a la armonía", según Domínguez.
Autor de poemas como "Anagnórosis" (1967), término que significa "reconocimiento" en griego, esa obra de corte filosófico está dominada por visiones como la nostalgia, la orfandad y el exilio que tanto le marcó.
Antes de su muerte, Segovia llegó a anticipar que el problema principal del siglo XXI iba a ser el de "los derechos de los no ciudadanos", situación que ha tenido un reflejo en los movimientos de indignados surgidos en los últimos meses.
Extremismos, nacionalismos, fundamentalismos fueron algunas de las palabras que probablemente no entraron nunca en el universo de Segovia.
"Son peligrosísimas las cosas que contienen una verdad, pero esa verdad la deforman, la ahogan y la convierten en otra cosa", llegó a explicar alguna vez.
"Claro que hay una verdad en la fidelidad a los antepasados, a la tradición, a la cultura, pero transformar eso en una cuestión que llaman identidad y sobre todo una diferencia, (dudo que sea lo correcto)", dijo el poeta.
Otras obras literarias importantes de Segovia fueron los ensayos "La tercera vida de Nerval" (1967) y "Poética y profética" (1986), los poemas de "Cantata a solas" (1985), "Contracorrientes" (1973), "Casa del nómada" (1994) y "Sonetos votivos" (2005).