El pontífice pasó revista a los momentos más importantes de su labor a lo largo de 2011 en un discurso de fin de año ante sus colaboradores de la Curia Roma en el Palacio Apostólico del Vaticano y pronunciado con motivo de las fiestas navideñas.
“En este final de año Europa se encuentra en una crisis económica y financiera que, en última instancia, se funda sobre la crisis ética que amenaza al viejo continente”, dijo.
“Aunque no están en discusión algunos valores como la solidaridad, el compromiso por los demás, la responsabilidad por los pobres y los que sufren, falta con frecuencia, sin embargo, la fuerza que los motive, capaz de inducir a las personas y a los grupos sociales a renuncias y sacrificios”, agregó.
Según Benedicto XVI, los momentos de crisis también colocan en el centro de la discusión la posibilidad de un cambio radical para la Iglesia y cuestionó: ¿qué es esta reforma? ¿cómo sucede? ¿cuáles son sus caminos y sus objetivos?
“No sólo los creyentes, sino también otros, observan con preocupación cómo los que van regularmente a la iglesia son cada vez más ancianos y su número disminuye continuamente; cómo hay un estancamiento de las vocaciones al sacerdocio; cómo crecen el escepticismo y la incredulidad”, ponderó.
“¿Qué debemos hacer entonces? Hay una infinidad de discusiones sobre lo que se debe hacer para invertir la tendencia. Ciertamente, es necesario hacer muchas cosas. Pero el hacer, por sí solo, no resuelve el problema”, añadió.
Insistió que el núcleo de la crisis de la Iglesia en Europa es una crisis de fe, por lo tanto si no se encuentra una respuesta para ella en una revitalización de la fe, con una convicción profunda, todas las demás reformas serán ineficaces.
En su mensaje, el líder católico recordó también los viajes apostólicos internacionales realizados a Croacia, España, Alemania y Benín, en Africa. Además rememoró sus giras pastorales a Venecia, San Marino y Calabria, en territorio italiano.
Dedicó gran parte del discurso a evocar los viajes a Benín y Madrid, la capital española, donde tuvo lugar la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en agosto pasado.
En el continente africano existe una “gozosa pasión” por la religión, allí no se percibe ninguna señal del cansancio de la fe, tan difundida entre los europeos, ningún tedio de ser cristianos, como se percibe cada vez más en el mundo occidental, indicó.
Destacó que, pese a tener “tantos problemas, sufrimientos y penas”, en Africa siempre se experimenta la alegría de ser cristianos, de estar sostenidos por la felicidad interior de conocer a Cristo y de pertenecer a su Iglesia.
“De esta alegría nacen también las energías para servir a Cristo en las situaciones agobiantes de sufrimiento humano, para ponerse a su disposición, sin replegarse en el propio bienestar”, ponderó.
“Encontrar esta fe dispuesta al sacrificio, y precisamente alegre en ello, es una gran medicina contra el cansancio de ser cristianos que experimentamos en Europa”, estableció.