El Papa Benedicto XVI instó a abandonar la obsesión por lo material y alejarse de las “luces destellantes” de una Navidad comercial para acoger el nacimiento de Jesús, en la misa de Nochebuena en la Basílica de San Pedro.
“Dios se ha hecho pobre. Su hijo ha nacido en la pobreza del establo. En el niño Jesús, Dios se ha hecho dependiente, necesitado del amor de personas humanas, a las que ahora puede pedir su amor, nuestro amor”, dijo el pontífice.
“La Navidad se ha convertido hoy en una fiesta de los comercios, cuyas luces destellantes esconden el misterio de la humildad de Dios, que nos invita a la pobreza y a la sencillez”, agregó.
Durante la homilía de la también llamada “Misa de Gallo”, el Papa aseguró que quienes deseen encontrar a Cristo deben deponer sus “falsas certezas” y su “soberbia intelectual”, para emprender el camino de la extrema sencillez exterior e interior.
Insistió que para descubrir a Jesús se requiere “ir espiritualmente a pie”, bajarse del “caballo” de los propios prejuicios y opiniones, estando dispuestos ver al Dios que se oculta en la humildad de un niño recién nacido.
“Celebremos así la liturgia de esta noche santa y renunciemos a la obsesión por lo que es material, mensurable y tangible. Dejemos que nos haga sencillos ese Dios que se manifiesta al corazón que se ha hecho sencillo”, apuntó.
Recordó que al manifestarse en forma de niño, Jesús se contrapuso a toda confrontación y trajo un mensaje de paz al mundo “constantemente amenazado por la violencia”, en muchos lugares y de diversas maneras.
Según el obispo de Roma actualmente existen muchas “varas del opresor y túnicas ensangrentadas”, por eso los cristianos aman la niñez y la no-violencia de Jesucristo pero sufren porque la violencia continúa azotando al planeta.
“Señor, en este nuestro tiempo, haz que las varas del opresor, las túnicas llenas de sangre y las botas estrepitosas de los soldados sean arrojadas al fuego, de manera que tu paz venza en este mundo nuestro”, clamó.
Aclaró que la celebración de la Navidad no tiene nada de sensiblería, porque precisamente en la nueva experiencia de la real humanidad de Jesús se revela “un gran misterio de fe”.
“Roguemos al Señor que nos ayude a atravesar con la mirada las fachadas deslumbrantes de este tiempo hasta encontrar detrás de ellas al niño en el establo de Belén, para descubrir así la verdadera alegría y la verdadera luz”, ponderó.