Son víctimas por partida doble. Decenas de miles de habitantes del norte de Malí, que habitualmente sufren el rigor de la sequía y la hambruna, ven desde las últimas semanas cómo la inseguridad se ha disparado por un conflicto en el que chocan rebeldes tuareg, terroristas yihadistas, combatientes salafistas y el Ejército.
La Comisión Europea alerta de una catástrofe humanitaria inminente que podría salpicar a los países vecinos si no se logra abrir un corredor humanitario en esa inhóspita región. Otras organizaciones como Intermon Oxfam ha elevado la alerta en estos mismos términos. La guerra civil no declarada en esa región, a un millar de kilómetros de Bakamo, la capital, hace imposible atender a la población local.
Unas 200.000 personas han escapado de los combates, aproximadamente la mitad se han refugiado en los países vecinos como Mauritania, Níger, Argelis o Burkina Faso, según cifras del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los refugiados (ACNUR).Muchos de ellos son asaltados por el camino, ha denunciado Melissa Fleming, portavoz de esta agencia.
El agua, los alimentos, las medicinas y lo necesario para otros servicios básicos no llegan a los ciudadanos en un territorio del que prácticamente ha huído la autoridad oficial para dejar paso a grupos yihadistas, terroristas de Al Qaida, rebeldes tuareg y bandidos de todo tipo.
"Nuestra capacidad para responder con rapidez a las necesidades crecientes se ve limitada por la inseguridad", reconoce la comisaria europea de Cooperación Internacional, Kristalina Georgieva, en un comunciado. La UE ha decidido destinar nueve millones más de euros a combatir esta crisis humanitaria a pesar de que los enfrentamientos hacen muy complicado que esa ayuda pueda llegar a sus destinatarios.
Saqueos y asaltos
Ciudades como Tombuctú, Gao y Kidal, las tres capitales de las provincias del norte, que ocupan más de la mitad de este país de 1,2 millones de kilómetros cuadrados, han sido en los últimos días no solo escenarios de enfrentamientos, asesinatos y secuestros sino también lugar defrecuentes saqueos y asaltos de bandidos y habitantes desesperados ante la escasez de alimentos.
La región llevaba en alerta en los últimos tres años por los secuestros, lo que casi impedía la presencia de trabajadores occidentales de ONG y agencias humanitarias sobre el terreno. El conflicto de 2012 ha acabado por dar la puntilla y estos días casi no hay nadie sobre el terreno que pueda asistirles.
Acción Contra el Hambre (ACH) una de las organizaciones más importantes que trabajaba sobre el terreno con la población local ha suspendido todos sus proyectos y cerrado dos bases en la provincia de Gao.
Ni siquiera van a poder llevar a cabo estos días el reparto de comida que tenían previsto de la mano del Programa Mundial de Alimentos (PAM) de Naciones Unidas, se lamentan desde sus oficinas en Madrid. Algunos de los almacenes y oficinas del PAM ha sido asaltados en medio del caos.
Ya hacía dos años que ACH, acogiéndose a unos protocolos de seguridad cada vez más estrictos y siguiendo las recomendaciones de los gobiernos, había retirado a todos sus trabajadores expatriados y mantenía sobre el terreno únicamente a una treintena de locales.
Los nueve millones de euros desbloqueados por Bruselas se suman a los 280 que ya se habían habilitado para tratar de hacer frente a la crisis en la región del Sahel, del que Malí forma parte importante. Solo en ese país casi millon y medio de personas, el diez por ciento de la población, necesita ayuda alimentaria. En todo el Sahel son 16 millones, según datos de la ONG Intermon Oxfam.
"El conflicto del norte de Malí ha hecho subir los precios en los mercados alimentarios, ha provocado un mayor movimiento de pastores hacia zonas con agua o pasto que ya son de por sí muy limitadas y ha empujado a la gente a emigrar para buscar un empleo con el que sostener a sus familias", denuncia esta organización.
No hay argumentos para ser optimistas. El conflicto en Malí es solo un obstáculo más en una región donde, además, la población de Burkina Faso, Níger, Chad, Mauritania, Gambia y Senegal sufren los rigores de unos daños estructurales que harán complicado que las soluciones coyunturales permitan salir de la crisis.
Vía ABC.