Sin importar la hora del día, en Túnez los hombres tienen una ocupación común: ir al café. Hay cerca de tres por cuadra. No importa si se está en un barrio acomodado o en el más popular del país. Siempre hay un café. Aunque no está prohibido el ingreso de las mujeres (esta cronista lo comprobó), ellas simplemente no van.

Las salidas en pareja o las reuniones de amigas se hacen en los salones de té. Allí los géneros se mezclan sin suscitar las miradas que atrae una dama en los muy masculinos bares de Túnez. Además de beber café, allí los hombres fuman shisha, el tradicional narguile árabe, una pipa de agua con la que aspiran tabaco especial con diferentes gustos.

La escena es parecida en cualquiera de estos cafés. Hay una mesa baja que no llega a la rodilla de los consumidores, donde reposan una decena de vasos de vidrio -señal de que han repetido muchas veces-, y alrededor de las cuales grupos de hombres  -a veces muy numerosos- comparten la shisha.

Cuando se les pregunta dónde están las mujeres, la respuesta es, mitad en serio, mitad en broma: "Ellas están trabajando".

Este ocio masculino es consecuencia de la caída de Zine El Abidine Ben Alí, el 14 de enero de 2011. Es más bien una herencia de los 23 años de régimen autoritario. Todos culpan a la crisis económica y a la desocupación por la cantidad de tiempo libre. De hecho, es uno de los temas más debatidos mientras se acumulan los vasos vacíos.

Sin embargo, las cosas sí cambiaron desde la Primavera Árabe: antes sólo hablaban de fútbol. Hoy, el tema preferido es la política. Todos, absolutamente todos, debaten la actualidad. Cualquier ocasión es buena para expresar lo que se piensa sobre el futuro del país. Es como si estuvieran esperando la menor ocasión para abordar el tema. Toda excusa es buena para iniciar la discusión.

"No sé si tenemos democracia, pero sí tenemos más libertad", arranca su intervención -que durará casi 30 minutos- Tarek, chofer de un hotel capitalino. "A mí me interesan mucho estos temas, yo soy de izquierda, y creo que acá hay una cuestión ideológica. El gobierno logró hacer pensar a los ciudadanos que si votaban en su contra (el partido en el poder, el Ennahda, es islamista y alcanzó la mayoría en las elecciones constituyentes de octubre de 2011), lo hacían en contra de Alá", explica. Está tan compenetrado en su discurso que equivoca varias veces la ruta. En su ansiedad por comunicarse, y para superar su francés básico sembrado de expresiones en árabe, hasta tiene el impulso de llamar por teléfono a su hermana para que oficie de traductora. Quiere que se le entienda. Quiere intercambiar opiniones.

Túnez parece haberse convertido en un gran foro político. Los oídos occidentales, poco acostumbrados al histrionismo árabe, creen asistir a peleas de bar. Pero no son riñas, son discusiones políticas. Desde los cafés, los tunecinos buscan salidas para el futuro.

 Regateo y otras discusiones

La Medina, declarada patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1979, es la parte antigua de la capital. Un entramado de callejuelas imposibles de identificar en los mapas. Una vez que se ha ingresado por una de sus puertas, nunca sabe por dónde se logrará salir. En la céntrica Avenida Habib Bourguiba, se ubica una de las entradas principales, y  hay otra en la Kasbah, el distrito gubernamental (ocupado por los manifestantes del 21 de febrero al 3 de marzo de 2011 en reclamo de un verdadero cambio tras la revolución). En su interior, convive la mezquita más importante del país, La Zitouna (fundada en el año 698) con los shuks, los mercados o bazares, con sus productos típicos de cuero, ropa tradicional, alfarería, y también comida.

Allí se desarrolla otra de las actividades preferidas de los árabes: el regateo. Nada cuesta lo que en un principio anuncian los vendedores. El precio siempre es varias veces menor al inicial... En una de esas negociaciones, Mohamed no sólo quiso vender un pañuelo... sino también dejar en claro su posición política ante la cliente, aunque ésta estaba claramente dispuesta a pagar el precio inicial con tal de no atravesar la embarazosa situación del regateo. "Acá no confiamos en mucha gente... desde la revolución nos dimos cuenta de quiénes nos mentían y quiénes no. Los medios, por ejemplo, nunca dicen la verdad. Repiten el discurso que les conviene. El 13 de enero (un día antes de la caída de Ben Alí) todos decían que el país estaba en calma, que el presidente era bueno y lindo... el 14 se llenaron las bocas hablando del 'dictador' y lloraron en cámara por las víctimas".

Mohamed no es el único que, entre venta y venta, pasa el mensaje político. "Ahora podemos", "ahora nos damos cuenta", "lo que ocurre ahora es...": las charlas de los vendedores siempre comienzan igual. El "ahora" marca el cambio de régimen.

Perdidos en Túnez

Para llegar hasta la Medina hay que sobrevivir al caos del tránsito. Aquí nadie respeta las normas. Hay menos semáforos de lo normal, pero con el tiempo se llega a la conclusión de que no están instalados porque nadie los cree necesarios. "Usted se tiene que abalanzar a la calle. Ellos paran para que pase, se lo aseguro", explica una joven tunecina.

 

Si bien las calles tienen sentidos establecidos, los taxistas muchas veces piensan que hacer 100 metros marcha atrás en un túnel es normal. O retomar en U en una avenida se impone si se confundió el camino. Hacen lo que quieren, tienen afición por tocar la bocina y se gritan todo el tiempo. Sin embargo, después de cada episodio ríen y retoman la conversación.

 

Talfis condujo cerca de 25 minutos para llegar al Mercado Central, ubicado a un costado de la Medina. El trayecto no superaba los 5 kilómetros, pero los rodeos  para evitar el embotellamiento le dieron tiempo de explayarse. "No se preocupe que no le voy a cobrar por estas vueltas, sólo quiero llegar más rápido". Y, sin más, pasó a hablar del país. "Nuestro problema es la corrupción. Ustedes (por Occidente) no tienen idea de cómo funciona esto. Para cualquier cosa hay que pagar. Estamos acostumbrados a sobornar. Todos, desde el estamento más bajo. No tendremos futuro hasta que eso no se resuelva", sostiene.