Quienes hayan visto Munich, la película que Steven Spielberg rodó en 2005, habrán podido revivir aquel trágico atentado que ensangrentó lo que debía ser sólo una competencia deportiva, cuyo origen remoto en el tiempo fue precisamente canalizar la competencia entre naciones hacia un terreno más pacífico.
No fue así en aquella ocasión (Alemania, 1972) cuando un comando terrorista palestino bautizado Septiembre Negro secuestró a parte de la delegación israelí en los juegos, en un hecho que acabó en la muerte de todos los rehenes cuando la policía alemana intentó rescatarlos.
Ankie (foto), viuda de Andrei Spitzer, entrenador israelí asesinado en esa masacre, quiere que se conmemore el 40 aniversario de la tragedia en Londres 2012
¿Hasta dónde puede llegar el principio olímpico de dejar la política de lado? Con ese argumento, no hubo en ninguna de las nueve ediciones de los Juegos Olímpicos que pasaron desde entonces un reconocimiento oficial para los 11 atletas israelíes masacrados.
Las autoridades olímpicas volvieron a negarse en junio de 2012 a conmemorar el 40º aniversario, tal como lo reclaman los familiares de las víctimas. Ni siquiera un petitorio online firmado por 80.011 personas -80 mil por la capacidad del estadio y 11 por los muertos- logró hacerlos cambiar de opinión.
"Háganlo una sola vez y me iré. Sólo quiero escucharlo. Si hubieran ofrecido un minuto de silencio, ya se habrían librado de nosotros. Pero cada cuatro años volvemos", afirmó Ankie a The Guardian, el periódico inglés.
La mujer vive en Ramat Hasharon, una ciudad cercana a Tel Aviv. Cuando mataron a Andrei, que era entrenador de esgrima, llevaban apenas 15 meses de casados. Se quedó sola con una hija recién nacida.
En los Juegos Olímpicos de Montreal 1976, la edición siguiente a la masacre, los familiares presentaron su primer pedido y la respuesta fue taxativa. "Hay 21delegaciones árabes que se irían si dijéramos algo sobre los atletas israelíes".
"Déjenlos que se vayan si no pueden comprender lo que son las Olimpíadas, la conexión entre la gente a través del deporte", replicó Ankie.
"Aquella fue la página más negra en la historia de los Juegos. Los 11 atletas eran parte de la familia olímpica, no turistas accidentales. Deberían ser recordados", agregó.
Luego de estar seis meses viviendo con su hija bajo protección del Mossad, el servicio secreto israelí, por ser una potencial víctima de ataques terroristas, Ankie rehizo su vida. Volvió a casarse, tuvo tres hijos más y se dedicó al periodismo.
En su carrera llegó a entrevistar a Yasser Arafat, ex presidente palestino, y a la viuda de uno de los asesinos de Andrei. "Muchos me preguntan -contó-, teniendo en cuenta mi pasado, cómo puedo reportar objetivamente el problema palestino. Pero yo los veo y no son todos potenciales terroristas. Las personas con las que me encontré en laFranja de Gaza y en Cisjordania no tienen nada que ver con la masacre de Munich".
En relación a su reclamo, Ankie conserva un poco de esperanza sobre lo que pueda ocurrir en Londres 2012. "Nunca recibieron (los organizadores) un ataque tan importante como el de este año. Vamos a hacer todo lo que esté en nuestro poder para cambiar su postura", aseguró.