Cerca de un millón de personas salieron hoy jueves a las calles de las principales ciudades brasileñas en todas las regiones del país en una nueva jornada de protestas, elevando el grado de tensión política en el gigante sudamericano.
Escenas de enfrentamiento entre la policía y los manifestantes, con ataques a la sede del gobierno en numerosas ciudades, incluyendo la capital Brasilia, fuego y barricadas en las calles, saqueos y un clima de incertidumbre general abren un nuevo capítulo en la crisis iniciada la semana pasada.
En la capital, donde los manifestantes prendieron fuego el ingreso al Palacio de Itamaraty, sede de la Cancillería, cerca de las 21:00 hora local (2400 GMT) del jueves, a la misma hora en que la presidenta Dilma Rousseff dejaba el Palacio de Planalto en un fuerte operativo de seguridad.
La mandataria convocó a sus ministros para una reunión de emergencia a primeras horas del viernes para recibir informes de lo ocurrido a lo largo del país y tomar medidas ante la crisis.
En Río de Janeiro, 300.000 personas se movilizaron en el centro de la ciudad, mientras un nutrido grupo de manifestantes intentaba ingresar al edificio de la Prefectura.
En Sao Paulo, 100.000 personas se concentraron en la avenida Paulista, que fue escenario de choques entre militantes de partidos políticos, como el gobernante Partido de los Trabajadores (PT), y grupos contrarios a su presencia en la movilización.
Por lo menos un centenar de ciudades brasileñas vivieron escenas similares, mostrando que el levantamiento popular contagió incluso a regiones alejadas de la política en la calles en los últimos años.
En la ciudad de Ribeirao Preto, en el interior de Sao Paulo, un grupo de manifestantes que cortaba la calle fue atropellado por una camioneta particular, dejando el primer muerto desde que se iniciaron las protestas.
Las nuevas manifestaciones fueron convocadas por las redes sociales para pedir como el fin de la corrupción y mejoras en los servicios públicos, entre otras reivindicaciones.
El movimiento comenzó la semana pasada en Sao Paulo para rechazar un aumento de la tarifa de transporte público de 3 para 3,20 reales (1,36 para 1,45 dólar), pero rápidamente se extendió a todo el país.
El movimiento incorporó como bandera críticas a los gastos del gobierno para responder a las exigencias de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) para organizar la Copa del Mundo 2014.
Esta tarde, nuevos conflictos entre manifestantes y la policía ocurrieron en Salvador de Bahía, en las inmediaciones del estadio Fonte Nova, donde se disputó el partido entre Uruguay y Ngieria por la Copa de las Confederaciones.