Después de más de medio siglo de distanciamiento y animosidad, Cuba volverá a tener una representación diplomática en Estados Unidos cuando este lunes abra de manera oficial las puertas de su embajada, en el mismo sitio donde está dejó de operar en 1961.
Con motivo de la histórica ocasión un funcionario estadunidense de alto rango y en carácter oficial volverá a caminar sobre el piso de mármol de la misión diplomática, en cuyo patio volverá igualmente a ondear la bandera tricolor cubana.
La subsecretaria de Estado para el Hemisferio Occidental, Roberta Jacobson, será la más notable de los 500 invitados a la ceremonia en la que el canciller cubano Bruno Ramírez, develará la placa que identificará la casona número 2630 de la calle 16 como la representación diplomática oficial de su gobierno, poco antes del medio día.
Sin embargo, será a partir de las cero horas de este lunes cuando el inmueble dejará de funcionar de manera oficial cómo la sección de intereses de Cuba, de acuerdo con el Ministerio de Relaciones Exteriores cubano.
La placa que daba cuenta de esta denominación fue retirada días atrás, y la semana pasada se levantó el asta donde será izada la bandera de franjas azules y blancas con una estrella blanca sobre un fondo triangular rojo.
La amplia casona, ubicada a unos metros del edificio que alberga el Centro Cultural Mexicano al noreste de la ciudad, operó desde 1977 bajo la protección legal de la embajada de Suiza en Estados Unidos.
Su reinauguración cómo sede diplomática cumplió un anhelo del embajador cubano José Cabañas Rodríguez, quien se convertirá además en el último encargado de la sección.
En la recepción ofrecida meses atrás con motivo del Día Nacional de Cuba, Cabañas Rodríguez adelantó a decenas de invitados que tras el restablecimiento de relaciones entre ambos gobiernos anunciado en diciembre pasado “algún día este edificio donde están ahora volverá a ser una embajada”.
El diplomático reveló que la casa fue construida por el gobierno cubano en 1917 en terrenos de su propiedad, una situación poco conocida hasta entonces.
De acuerdo con registros históricos, la casona de tres plantas fue construida para servir como residencia oficial del entonces enviado extraordinario de Cuba para Estados Unidos, Manuel de Céspedes.
La casa conserva aún los rasgos que en su momento la convirtieron en una de las sedes mas lujosas de la capital estadunidense, aunque mientras operó como sección de intereses el perfil interior del inmueble fue bastante austero.
Fuera de la amplia escalera central de dos tramos que conduce al amplio salón de recepciones de la planta alta y de los pisos de mármol, del otrora lujo que exhibió hasta que los dos países rompieron relaciones diplomática en 1961, el vestigio que permanece es su arquitectura.
Tanto la sección cubana como la de Estados Unidos en La Habana fueron establecidas en mayo de 1977 mediante el intercambio de notas diplomáticas entre ambos gobiernos que rompieron relaciones poco después del triunfo de la revolución cubana en 1959.