La crisis del coronavirus COVID-19 dejó estancadas vidas de personas que llegaron a España en busca de protección internacional, como las de los venezolanos Amelia y José Andrés, que estos meses vivieron con miedo al contagio pero también con incertidumbre por su futuro.

Este sábado 20 de junio se celebra el Día Mundial de las Personas Refugiadas, con 140 mil solicitudes de asilo pendientes de resolver en España.

Además, desde que se decretó el estado de alarma por la pandemia de coronavirus, el 14 de marzo, no se pudieron formalizar solicitudes de protección internacional, ya que es necesario hacerlo de forma presencial, aunque se podrán retomar la próxima semana, con la recuperación de la normalidad.

“Llegamos a España el 25 de febrero. Salimos de Venezuela porque, bueno, la situación allí es mundialmente conocida, y queremos avanzar y estar a salvo. No queremos estar parados sin hacer nada ni depender de nadie”, cuenta Amelia quien, además, padeció COVID-19.

Durante la pandemia estuvo confinada junto a su familia en el Centro Temporal de Acogida para Solicitantes de Asilo, dependiente del Ayuntamiento de Madrid, un lugar con 300 pequeñas casas prefabricadas en la periferia sur de la capital.

La mayoría de las personas que están allí proceden de América Latina, sobre todo de Venezuela y Colombia, pero también de Rusia, Georgia, Costa de Marfil y Senegal.

Con solo 19 años, José Andrés llegó desde Venezuela el pasado 27 de febrero y aunque para él el confinamiento no fue “demasiado duro” reconoce que la situación es “desesperante”. Echa de menos a su familia y se preocupa por cómo les afectará la pandemia.

“Solo espero poder regularizar mi situación en España, poder hacer una vida aquí y que tras el estado de alarma todo se normalice y pueda solicitar mi protección oficial, pero aún no se nada”, lamenta, mientras mira el teléfono celular esperando que su madre le conteste los mensajes.

En la casa contigua vive Daniel Toro junto a sus hijos Ryan y Maikel, de 21 y 24 años respectivamente, quienes “dan gracias a Dios” por haber podido acceder a este recurso. Daniel afronta con miedo la posibilidad de acabar en la calle, sin dinero y con el riesgo al contagio. En Colombia dejaron a parte de su familia que, además de con el virus, tiene que vivir con la violencia sistemática en su país.

“Tuvimos que huir. Llegamos aquí y nos vemos encerrados entre cuatro paredes sin poder hacer nada por mejorar nuestra situación. Hay días que me agobio y otros que doy gracias por poder tener un techo encima de la cabeza”, dice Daniel.

La coordinadora de este centro temporal de acogida, Sonia Sánchez, comenta a EFE que la crisis del coronavirus fue “complicada” en este lugar, que aplicó los protocolos y medidas sanitarias y modificó la modalidad de trabajo para evitar los contagios.

Solo hubo cinco casos confirmados de coronavirus entre las 800 personas que pasaron por el centro desde que se decretó el estado de alarma.

Este lugar es la “primera puerta de entrada” para poder acceder posteriormente a las instalaciones del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, que es la administración encargada de ofrecer una acogida estable a los solicitantes de asilo.

Sánchez recalca además que los solicitantes de asilo han estado “confinados en otro país, lejos de sus familias, con personas que no conocían y con culturas distintas”, pero a pesar de ello “todo el mundo ha asumido la situación y no ha habido conflictos“.

Para la asesora jurídica de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), Elena Muñoz, el futuro es “poco halagüeño” para las personas solicitantes de asilo.

Con información de EFE